Artículo de la semana

POR CIEN AÑOS MÁS:
EN EL C.A.R SE FORJA UNA CANTERA Y SE TRAZA EL HORIZONTE DE UN FUTURO

Su experiencia de vida le ha forjado una suerte de carisma. Es desenvuelto, educado y sabe expresarse bien.  A pesar de su notable estatura, aún conserva en su rostro risueño, los rasgos de aquel niño que decidió un buen día enfundarse los guantes en una selección U8 local, o el que a los once años atrajo la mirada de Quique Vázquez y Román González, por su biotipo y desempeño bajo los tres palos.

Luego de ser invitado a formar parte de las Ligas menores del equipo, se trasladó a residir donde unos familiares en San Miguel de Santo Domingo de Heredia. Al terminar el día lectivo en la escuela local Presbítero Ricardo Salas, donde cursaba el sexto grado, tomaba un primer autobús hacia San José para luego  coger un segundo hacia Alajuela y entrenar diariamente, cada tarde, hasta las 7 p.m. A las 8 p.m iniciaba el periplo de regreso, para llegar finalmente a su casa alrededor de las 10 p.m. A esa hora le aguardaban también tareas, compromisos académicos o la preparación de exámenes. Narra que su anhelo de convertirse en futbolista profesional rojinegro nunca estuvo en duda. No obstante, la añoranza de su familia y de su niñez desenfadada en la distante frontera sur; se transformaba muchas veces en llanto y en largas y dolorosas llamadas telefónicas a la casa de su madre en Guatuso de San Carlos. “Papa, sea fuerte. Si está ahí es por algo. Siga orando” lo consolaba ella, a quien considera su bastión y a quien prevé entregarle su primer sueldo y una casa. Con una beca de estudio costeada por la institución, se mudaría a Alajuela para iniciar allí su primera etapa de estudios secundarios.

Durante tres años fue el “chineado” de doña “Blanquita”, antigua cocinera de uno de los colegios privados donde estudió y a quien le profesa el afecto y cariño de una segunda madre. “Blanquita” vive ahora en los Estados Unidos, pero se mantienen en contacto.  Una vez construido el sector de la Residencia dentro del Centro de Alto Rendimiento (CAR), se trasladaría a vivir allí junto a una treintena  de muchachos, en su mayoría adolescentes, que viven y combinan sus estudios secundarios o universitarios, con sesiones de entrenamiento diarios y partidos durante los fines de semana. Allí también vive, estudia y se entrena el espigado portero de la U17, Byron Mora Montenegro, único residente proveniente de la zona sur, de la fronteriza Paso Canoas.

Cierta tarde de fin de semana, regresó orgulloso a la Residencia del CAR jalando un curioso carrito de mercado cargado de galletas caseras preparadas por su madre. Aquello bastó para que sus compañeros lo “bautizaran” con el apodo con el que llaman en partidos y entrenamientos: “Señora”. La Residencia no es diferente de cualquier otro recinto estudiantil lleno de adolescentes. A uno que otro les habrá tocado que los sorprendan con un “pasillo”, habrá participado en guerras de almohadas u otros objetos, o en bautizos y rebautizos de compañeros.  La sorna y la chota no cesan ni perdonan tiempo ni espacio. En la disciplinada cotidianeidad del CAR, las actividades extracurriculares se hacen más necesarias que inevitables.

Su día inicia a las 6:00 a.m.  Desayuna y poco antes de las 7:00 a.m.,  empieza junto a los demás porteros de categorías menores la sesión de entrenamiento matutina, bajo la dirección de José Alexis Rojas. Los  martes y jueves realiza doble sesión. Luego de la  de la mañana, alrededor de 9:30 a.m. se somete a crioterapia para luego iniciar un nuevo día lectivo en la secundaria del CAR desde las 10:30 a.m. hasta las 2:30 p.m. Durante las tardes suele ayudarle a José Alexis con los entrenamientos de otras categorías, siendo además el “DJ” designado que alegra los ratos de ocio o los nostálgicos fines de semana en el CAR. A las 10:00 p.m. las luces se apagan y todos en la Residencia deben descansar.

Le llama la atención “todo lo relacionado con la ciencia”. Por ello se prepara con optimismo para las pruebas de Bachillerato en diciembre próximo. Su siguiente meta académica consiste en estudiar Microbiología.

A Esteban le llaman “Bebote”. Cursa actualmente el octavo año en la secundaria del CAR pero a sus 14 años posee una corpulencia inusual. Curiosamente se entrena bajo las órdenes de otro corpulento y referente histórico, Mauricio “Chunche” Montero. Se incorporó el año pasado exhibiendo como credenciales su paso goleador por LINAFA y 18 goles en 9 partidos con su entonces equipo escolar de Los Chiles. Admirador del fútbol encarador y vertiginoso del brasileño Roberto Firminho, afirma extrañar a su familia y en particular a su hermano de cinco años en Los Chiles. Cuenta los días para poder visitarles nuevamente durante el período vacacional lo mismo que a sus amigos, con quienes solía escaparse para protagonizar todo tipo de interminables “mejengas”. Ni siquiera el devastador huracán “Otto” fue capaz de frenar las cuatro horas de juego, en una cancha sintética local.

 

Johny quiere ser abogado. En el CAR le llaman “Venado Loco” pero es un vigoroso “contención”, admirador de la creatividad y el juego simple del mediocentro del F.C. Barcelona, Sergio Busquets. Aún meses atrás, su vida transcurría en el mar, la playa y la pesca junto a su padre en la pequeña isla que le dio su apodo, en las fauces del Golfo de Nicoya. El balón pareciera no tener peso, pero sí un destino fijo en un punto específico de la red, al ser impactado por cualquiera de sus pies desnudos, tal y cual lo hacía en las canchas o las arenas de playa de su isla. Su primera oportunidad en la Liga la tuvo cinco años atrás, cuando contaba con apenas 12 años. Una enfermedad grave azotó desde entonces a uno de los miembros de su familia, llevándolo así a querer dejarlo todo, el estudio, el fútbol y cualquier intento de porvenir. Mientras su madre se ha dedicado a atender en San José la enfermedad de su hermano, sería su padre en Isla Venado, quien le impidió abandonar sus estudios y lo impulsó para que desarrollase su indisputable y natural talento patente en su exitoso paso por divisiones menores de Jicaral y la segunda división. Frank Carillo y luego Victor Badilla, se encargarían de su regreso al CAR ocho meses atrás.

Los tres reconocen sin ambages que aún existe una “grada” entre el fútbol costarricense y ligas extranjeras -incluyendo la mexicana- en términos de movilidad del balón e intensidad de juego. Tampoco muestran ningún reparo en señalar la “parte mental” y “sicológica” como la falencia más recurrente del jugador joven o destacado; el riesgo siempre latente de convertirse en un “agrandado”. 

El desarrollo del potencial personal, profesional y futbolístico, de esta incipiente familia de treinta, no sería posible sin la comprometida labor de quien quizás sea la primera psicóloga deportiva que conoció el país, doña Rocío Morera Riggioni. Salvo un intervalo  en el cual laboró para el Comité Olímpico Nacional, los servicios de Rocío al equipo se remontan a 1983. Creció en medio en medio del siempre efervescente mundo del futbol, pues es hija de una de una leyenda manuda, como en efecto lo fue el recordado lateral derecho, ganador de los títulos del 49 y 1950, entrenador, directivo y miembro de la Comisión Técnica del club hasta el año 2002, Nelson Morera Alfaro.

De corta estatura y mirada incisiva, ha penetrado en los limbos emocionales de más  de tres décadas de equipos y jugadores. Fue testigo del inicio del profesionalismo en el fútbol costarricense, siendo promotora de la importancia entre la educación, el rendimiento y la toma de decisiones. Ha presenciado de igual forma el paulatino cambio de paradigma emocional en jugadores jóvenes, que ya no temen exhibir sus sentimientos superando así viejas concepciones arraigadas en el machismo que degeneran en violencia, adicciones y exclusión. El C.A.R como proyecto integral de formación, le ofrece una oportunidad única pero también una exigencia mayor. No obstante, su rostro se ilumina al narrar decenas de historias de superación y adversidad, que le ha correspondido acompañar y por las que aún sigue luchando. Jugadores que emprenden o retoman estudios de Tercer Ciclo y Educación Diversificada, el convenio con el Ministerio de Educación para el desarrollo del sistema de “Aula abierta” y  acuerdos con diversas universidades privadas, que poco a poco convierten a más jugadores y ex jugadores en graduados y profesionales.

Tanto la voracidad de los apetitos adolescentes de ligas menores como los cuidadosos regímenes alimentarios  de los jugadores de primera división, desembocan en la mesa esmeradamente atendida; desde muy tempranas horas de la mañana y hasta la cena. Dentro del CAR tiene su casa. Allí cría a sus hijos. En una serie de mesas instaladas en el zaguán desayunan, almuerzan y cenan en tandas consecutivas, todas las ligas pertenecientes al equipo, incluyendo la mayor, que diariamente se reúne a desayunar pasadas las 7:00 a.m.  En el sabor de su sazón y el cariño que se les prodiga, muchos de los residentes encuentran una parte de ese hogar que dejaron atrás para labrarse un futuro el Club y en el fútbol.

El CAR es un proyecto integral. Si bien concebido para el fútbol, tiene sus fronteras más allá de este, allí donde el individuo se convierte en ciudadano y el talento natural, en técnica y habilidad a toda prueba. Se trata en efecto de algo más que fútbol. Obedece a la construcción diaria de un horizonte propio, con miras a un nuevo centenario, un  nuevo centenario de leyendas.