ENTREVISTA DE LA SEMANA
Giancarlo "El Pipo" gonzalez
El éxito del Pipo nunca lo hizo olvidar sus raíces.
Costa Rica e Italia están separados por 9801 kilómetros. Durante la mayor parte del año existe una diferencia de 8 horas. Ni la distancia ni la variación en el huso horario, fueron impedimento para que Giancarlo González Castro se conectara de alguna manera para ver los partidos de su Liga Deportiva Alajuelense (LDA), durante sus cinco años como futbolista en ese país.
Ahora, en Estados Unidos, es más fácil la interacción, pero en Europa, cuando no era posible debido al descanso de rigor antes de un juego de la Serie A, el contacto con su teléfono celular era inmediato al despertar, y así enterarse del resultado del equipo al que añora volver, más pronto que tarde. Y con él retirarse. Y si se puede, con partido de despedida. Como Gabas, Chunche o Wilmer López.
Le ha tocado marcar a Lionel Messi y a Mauro Icardi. Ha visto de cerca a CR7 dejar rezagados a sus compañeros en la gramilla, y Neymar quiso ser muy astuto con él dejándose caer ante una falta inexistente que, a la postre, el VAR se encargó de definir que no era penal en Rusia 2018.
El Pipo jugó al lado de figuras como Paulo Dybala y Rodrigo Palacio. Ha recibido instrucciones de directores técnicos de la talla de Sinisa Mihajlovic. Actuó de visita a estadio casi lleno en el San Siro y el Olímpico de Roma. Tiró dos penales en tandas decisivas frente a Grecia y Holanda en el épico Brasil 2014; ambos fueron goles.
Roce internacional le sobra, al igual que altura (mide 1,91 metros). Pero Giancarlo nunca olvida ni sus raíces en Calle Fallas de Desamparados, ni el sufrimiento de querer retirarse casi sin empezar su carrera deportiva a causa de una gravísima lesión, ni los amigos de infancia. En todo ese cúmulo de recuerdos siempre figura la divisa rojinegra. Esté donde esté.
La peor lesión de su vida con solo 16 años
“En la vida hay que ser agradecido. La Liga nunca me abandonó cuando me rompí el tendón de Aquiles, apenas a los 16 años; no había llegado a ‘primera’. Recuerdo que ya me pagaban los viáticos para ir a entrenar, y nunca me atrasaron ni un mes aunque estuve lesionado un año entero. Ahí fue donde me casé con el equipo, se ganó mi corazón”.
El Pipo nos recibió en su casa, en Belén, a cuatro horas de abordar un vuelo con destino a Bologna, Italia. El entrenador, Gustavo Matosas, lo incluyó en la nómina para jugar los fogueos de la Selección Nacional contra Guatemala, en ese país, y Jamaica, en el Estadio Nacional. Su agenda era apretadísima. El traspaso a Los Angeles Galaxy cobraba cada vez más fuerza. Aún así, nos dedicó dos horas entre café, refrescos, una maleta a medio hacer y una acogedora familia.
Es liguista por todo lado, pero sus inicios en el futbol fueron en la acera del frente. No le gusta mencionar el nombre de ese equipo y a nosotros menos. En las interminables mejengas de barrio, la mayoría de sus amigos querían ser Erick Lonnis, Ronald González, Amado Guevara o Wálter Centeno. Pero él no.
“Yo veía siempre todos los partidos de la Liga en canal 2, con Hernán Morales y Roger Ajún. No me los perdía por nada. Desde ahí ya era muy liguista sin ganar nada… imagínese ahora”, recuerda González, pieza vital del último tricampeonato erizo, en 2011.
Su transitar por San Juan de Tibás fue breve. Ya a los 14 años era parte de las ligas menores alajuelenses, al mando de Enrique “Quique” Vásquez. Su altura y fortaleza comenzaron a despuntar, y en poco tiempo llegaron también las convocatorias a selecciones nacionales. Los llamados hinchaban de orgullo a su mamá, Elsa Castro, y a su padre, Roberto González.
Las paradojas del destino convirtieron lo que pudo ser un momento imborrable en la naciente carrera deportiva de Giancarlo en un recuerdo, literalmente, lleno de dolor. Costa Rica clasificó in extremis al Mundial Sub 17, Perú 2005. El entrenador, Geovanny Alfaro, confió en todo momento en sus cualidades de líder y de defensa central. Pero…
Una de las lesiones más graves que puede sufrir un deportista es la ruptura total del tendón de Aquiles. A Giancarlo le sucedió a los 16 años en su pierna izquierda, y lo privó de un mundial al que hubiera llegado por méritos propios. Un golpe bajo.
“Yo no quería saber nada nunca más del futbol. Quería trabajar en otra cosa. Si no hubiera sido por mis papás hasta ahí hubiera llegado. Pasaba encerrado en el cuarto llorando, y ni quería ver los partidos del mundial (Perú 2005). Ellos (sus padres) y la Liga fueron los que me levantaron.”, detalló González.
Una vez superado el trauma de la lesión, inició un tedioso y complejo proceso de recuperación. De no haber un tratamiento adecuado, las recaídas amenazan la vida de cualquier deportista, o persona, que sufra un rompimiento total del tendón de Aquiles.
El Pipo detalla que durante ese amargo episodio, sus padres fueron fundamentales en todo momento. También recuerda con especial cariño al ortopedista Vladimir Badilla, quien fue el responsable de la cirugía y de la rehabilitación. El sentimiento es recíproco.
“Claro que me acuerdo. Fue una lesión muy grave, ya que la ruptura del tendón fue total, y en ese entonces (2004), no había tanto avance en la medicina de rehabilitación como en la actualidad. Además, no se presenta con mucha frecuencia en deportistas jóvenes de alto rendimiento como era Giancarlo a sus 16 años”, nos explica el especialista.
Badilla se desempeñaba como médico de la Federación Costarricense de Futbol. Él destaca que el apoyo familiar, junto a la voluntad del jugador, fueron vitales para que no hubiese un retiro repentino de un futbolista que casi ni había iniciado su carrera y al que se le veían condiciones para brillar.
Los largos, a ratos eternos, meses de recuperación fueron dando paso al retorno a las canchas. Carlos Restrepo lo hizo debutar en Primera División con un partido que no saldrá de su memoria. LDA perdía 1 a 2 ante la UCR, el reloj marcaba el minuto 92. El Pipo se convirtió en delantero en la última jugada y un certero cabezazo marcó el empate definitivo. ¿Mejor manera de arrancar?
Con el entrenador colombiano los rojinegros vivieron una etapa muy complicada. El defensor central tuvo que esperar la llegada de Marcelo “el Popeye” Herrera para abrirse campo poco a poco en la titularidad. La consolidación total le llegó con Óscar “el Macho” Ramírez.

El imborrable tricampeonato
Entre uno y otro sorbo de café (se nota que vivió en Italia), Giancarlo recuerda con lujo de detalle cada pasaje de su relativamente breve estancia en LDA; suficiente, eso sí, para que calara hondo y lo hiciera identificarse tanto.
Hay un acontecimiento en particular que mantiene muy fresco en su memoria: el tricampeonato alcanzado en 2011. El último, por cierto, que contabilizan los rojinegros en su historia, ya superior a los 100 años. Por penales o lo que sea, pero no se olvida. Con el Macho a la cabeza.
“Había demasiada hambre de ganar en ese camerino, mucha unión de grupo pero también demasiada credibilidad en el Macho. Es un entrenador muy detallista que nos ponía a ver horas de videos. Me acuerdo que analizábamos mucho a la Juventus y al Barcelona”.
El Pipo fue piedra angular para esos tres campeonatos en fila. Ya rondaba los 23 años de edad, era titular indiscutible en la zaga, tenía licencia para atacar y prueba de ello fueron los ocho goles que anotó en 116 partidos con los manudos, entre los que destaca un doblete contra el Orión, el 29 de enero de 2012.
“Los tres campeonatos tuvieron su grado de importancia, pero el que más festejé fue el primero con aquel gol de Gabas, cuando faltaba solo un minuto para que Heredia quedara campeón. El Morera estalló ese día”, nos recuerda el Pipo. En realidad fue una noche mágica en la que el propio defensor anotó uno de los penales con que se obtuvo el cetro.
Un inminente regreso a la Liga
Giancarlo González es una persona de familia, ordenada y que planifica su futuro. No niega que vive bien. Agradece constantemente a la Liga por todo lo que ha conseguido en su carrera como futbolista y persona. Y es él quien insiste en volver.
“Yo no me veo jugando con ningún otro equipo en Costa Rica. Quiero volver a la Liga, pero a competir, y no muy viejo, porque quiero ganar campeonatos. Si me quieren hacer un partido de despedida y todo eso, pues bueno, pero yo me quiero retirar con la rojinegra”.
La ansiada llegada de la 30 también tuvo su espacio en esta conversación. La perspectiva del exjugador liguista en este momento lleva a la reflexión quizá porque se diferencia mucho del cansado discurso de que se debe apoyar en las buenas y malas. Claro que se debe hacer. Pero él lo ve distinto.
“Si el estado de ánimo de una persona depende del resultado de su equipo no es un fanático, es un enfermo. Yo lo prefiero ver así: si un familiar mío, ya sea hijo, mamá o papá, está enfermo es cuando más hay que apoyarlo… ¿Por qué no hacer eso con la Liga?”. Poco que añadir.
No sabemos cuándo será tu retorno Giancarlo, pero habrá muchos brazos abiertos esperándote. Alguien que nunca olvidó sus raíces y transpira de esa forma el liguismo lo merece.
El Pipo. Uno de los nuestros.
“Cuando me lesioné y no pude ir al Mundial Sub-17 en Perú, estuve fuera un año y la Liga siempre me pagó los viáticos… ahí se ganaron mi corazón”.
“No todos los clubes llegan a 100 años. Eso la afición lo debe valorar”.
“Cuando vengo a Costa Rica, me preguntan que cuándo vuelvo a la Liga. Yo me quiero retirar con la LDA pero jugando bien, no muy viejo”.
“Icardi es el jugador más difícil que me ha tocado marcar; con Messi ni vi la bola. Balotelli es muy fuerte, pero es un vago”.

