Jonathan mcdonald porras
Del infierno a la gloria… una y otra vez.
La carrera de Mac ha sido una legítima montaña rusa. Carácter le sobra.
Su vida deportiva es sinónimo de un verdadero torbellino. Ha caído al abismo más profundo para luego levantarse lentamente, pero sin pausa. Cuando parece que el sol opaca la más terrible tormenta, vuelve a formarse otro huracán con la fuerza necesaria para llevarse todo a su paso. Todo, menos el carácter de Jonathan André McDonald Porras.
“Siendo objetivo, y no es por pecar de arrogante, de las que yo he salido adelante muy pocos saldrían. He tenido al 70 por ciento del país en contra, criticándome, matándome día y noche en las redes sociales. Pero la verdad no me quejo. Lo cierto es que sin mi carácter y mi familia sencillamente no hubiera podido”.
Con la tecnología actual no hay distancia alguna. Pero al máximo goleador activo en toda la historia de la Liga Deportiva Alajuelense queríamos tenerlo cara a cara. Frente a frente. Jamás por videollamada o por teléfono desde Qatar, y mucho menos obtener respuestas a través de audios de WhatsApp. Así no.
Fue de los últimos que entrevistamos. No resultó difícil ubicarlo. Incluso, fue McDonald quien nos contactó a pocos días de llegar de Asia. Él escogió el lugar de la entrevista. El estadio Alejandro Morera Soto. Casi que su casa. Un sitio al que entra cuando quiere, como ese domingo, en el que conversamos ininterrumpidamente cerca de dos horas.
Nos encontramos a un Jonathan reflexivo, tranquilo, paciente. Medita sus respuestas y no muestra prisa alguna. No volvió a ver su celular ni una vez. Sentados a un lado del camerino de locales, bajo la gradería de sombra, si acaso éramos cinco personas en la “Catedral”. Comprobamos que cuando él habla de la Liga, en realidad se refiere a una parte de su corazón. O quizá más.
Fue en esa misma tribuna en la que, siendo un niño de nueve años, vio junto a su padre Jasper, un entrenamiento de la Liga en medio de un mandado que los dos hacían por el centro de Alajuela. Ahí se prendió la primera chispa. Tal vez la más fuerte.
“Estábamos sentados los dos solos viendo entrenar a Luis Diego Arnáez, Álvaro Solano, Javier Delgado, Alexis Rojas, al Chunche, a Richard Smith y entonces yo le dije a mi papá: ‘Pa… yo quiero jugar en este estadio con la Liga algún día’, recuerdo que nos quedamos casi todo el entrenamiento”, detalla con nostalgia el artillero.
Don Jasper, quien fue jugador de Carmelita, Limón y Guanacaste, lo volvió a ver con mucha atención y lo motivó como siempre lo ha hecho. Le dijo que si ese era su sueño, se propusiera luchar por él. Ahí se encendió la segunda chispa de un incendio que no se apaga todavía. Y creemos que nunca sucederá. Ese ha sido el resultado del apoyo de un padre a un inocente niño emocionado al ver a sus ídolos.

Un McDonald conciso y directo
La madurez que le han dado los golpes y los años permiten preguntarle de todo. Desde el crítico tema del taco volador o su relación con Óscar Ramírez, hasta transmitirle el agradecimiento de la afición por defender siempre los colores, como cuando Allan Alemán celebró dos goles de manera un tanto burlona bailando —si se le puede llamar así—, frente a la afición rojinegra. McDonald sabe comerse esas broncas por genuino amor a la Liga.
También nos habló de su futuro. Quiere ser entrenador y para eso está cursando las licencias respectivas con el afán de dirigir en un futuro tampoco tan lejano. Desea seguir vestido de rojinegro hasta que llegue el adiós definitivo como jugador y luego hacer carrera en la dirección técnica del club de sus amores, primero en divisiones inferiores.
¿Cuál fue el momento más complicado que usted ha vivido hasta el momento en la institución?
Ufff… vea, a mí me ha traicionado actuar en la cancha como un aficionado. Es por lo que yo siento por la Liga. Yo sé lo que es estar en La 12 y ganar un clásico o perderlo e irse para la casa todo triste. Me han pasado situaciones por querer hacer algo de más, para que el equipo no pierda, o por frustración cuando se te va un campeonato. Cuando me declararon transferible por segunda vez, pensé… si yo no me quiero a mí mismo, nadie me va a querer. Si no soy feliz, no puedo hacer feliz a mi familia, y por ahí comencé a cambiar. Yo jugué muchos partidos como aficionado y eso me traicionó… el amor mío a la Liga. Ahora lo vivo diferente. Trato de discutir menos, de disfrutar más. Yo he vivido situaciones realmente pero realmente complicadas.
¿Cuánto aprendió Jonathan con el Macho Ramírez? ¿Cómo quedó su relación con él?
La verdad, aunque a muchos les suene extraño, a mí el Macho Ramírez me marcó muchísimo. Tenía una paciencia diferente, era muy detallista. Me enseñó a posicionar el cuerpo y a pararme de la manera correcta antes de rematar. Con él pasábamos horas de horas viendo videos, y eso a uno lo ayudaba demasiado. A mí en lo personal me ayudó a mejorar en la definición, a escoger el momento exacto para tirar a marco. Él siempre fue muy frontal conmigo y me abrió las puertas en la Liga. Es decir, él fue el entrenador a mi retorno al país de Canadá y contó conmigo. Yo con él no tengo ningún resentimiento por el tema del Mundial de Rusia. De mi parte terminé bien con él. No recuerdo ninguna falta de respeto o alguna discusión airada. Tal vez sí, el tema de las expulsiones afectó un poco, pero yo me lo puedo topar donde sea sin problema y lo digo abiertamente… el mejor entrenador que he tenido es Óscar.
¿Con cuál compañero se ha entendido mejor en la cancha?
(Contesta de inmediato). Jerry Palacios. Desde el primer día hubo como una química ahí diferente. En la cancha nos volvíamos a ver y ya uno sabía qué iba a hacer el otro. Era casi como automático el comportamiento. Yo ya sabía cuándo él iba a pivotear o el sitio donde me llegaría un pase. Además, Jerry es un excelente ser humano. También me entendía muy bien con Leandrinho y por supuesto con Róger (Rojas).

El “matador” de los clásicos
La carrera de Jonathan no está cerca de terminar. Será muy difícil que algún jugador lo supere como el principal anotador en esos partidos que nadie quiere perderse. Esos con los que muchos niños sueñan, durante las mejengas de los recreos: perforar la red rival en los clásicos. Él lo hizo creyéndose Josef Miso con sus amigos de infancia.
El artillero acumula 17 goles contra el Deportivo Saprissa. Por encima solo está Rolando Fonseca, con 19 anotaciones, pero logradas jugando para ambos clubes.
De cabeza. De penal. Frente a la Ultra -cuando existía-. A un lado de La 12. Con una máscara protectora. Fuera del área o en su debut. Como en botica han sido los goles del Mac contra el archirrival.
¿Sabe más un gol contra Saprissa en el Morera Soto o en San Juan de Tibás?
(Suspira y sonríe). Vea es que son sensaciones muy diferentes. Acá se celebra a estadio lleno, con una vibra especial, única, con tu gente. Es un ambiente de euforia que no se compara. Allá lo que sucede es que enmudecés a todos. Se siente un silencio y ahora es más porque ya no está la 12 en lo más alto del estadio, entonces si acaso sabés que hay algún familiar o alguien cercano en un palco allá a lo lejos. Lo que pasa es que también ese silencio total te dice mucho…
¿Cuál ha sido su mejor gol en clásicos? ¿Aquel al ángulo a Kevin Briceño de locales?
Hay tres que yo tengo muy presentes. Ese que usted dice allá en el marco sur por la potencia y la forma con que le pegué. De verdad fue un golazo, de los mejores en mi carrera no solo por el hecho de ser en un clásico. Hay uno en el estadio de ellos. Recibí un pase de Kenner (Gutiérrez); la bajé de pecho, rematé cruzado y por el gesto técnico también fue muy especial. Pero si hay uno en realidad particular por un montón de razones. Fue acá, uno de cabeza a Fausto González. Ese día fue mi debut en la Liga, en un clásico. íbamos perdiendo; Argenis (Fernández) empató y yo metí el 2 a 1 faltando como 15 minutos para el final. ¿Imagínese qué clase de debut? MacDonald se refiere a su primer gol vestido de rojinegro, el 17 de enero de 2011.

24 horas diarias dedicadas a su cuerpo
La Liga llegó a tener, en su momento, hasta 15 lesionados durante el Torneo de Verano 2019. Indiscutiblemente, fue una causa del fracaso y de no avanzar ni siquiera a la cuadrangular final. No solo faltaban goles, sino también jugadores. La enfermería llena. Esguinces, rupturas, molestias musculares, golpes aquí y allá.
El entrenador en ese momento, Hernán Torres, explotó en varias ocasiones y, con un poco de ironía, confesó que hasta él mismo sufrió un problema en la rodilla. Fuimos testigos varias veces, en plena gradería popular, de cómo la afición extrañaba a McDonald tanto por sus goles como también por su casi constante ausencia de lesiones. Tenían razón.
No estaba equivocada en su apreciación la voz del liguismo. Incluso, Mac, con un pómulo fracturado, cobró un penal decisivo en el último minuto, que significó un empate 3 a 3 en el Morera Soto ante el Deportivo Saprissa. Fue en la era de Nicolás Dos Santos. No quiso salir del terreno. La Liga lo ocupaba. ¿O él a ella?
Ese 25 de marzo de 2018 anotó, mareado, desde los 11 pasos. Buscó la bola en la red para intentar lograr el 4 a 3, y cuando el árbitro Henry Bejarano pitó el final del partido cayó tendido en el césped. El médico Alfredo Gómez debió intervenir. Fue a dar al hospital. Un guerrero.
¿Pero por qué Jonathan dribla tanto las lesiones? ¿Lo recuerdan ustedes dos o tres semanas fuera de las canchas? Muy pocas veces. Pero hay una razón. No es la casualidad ni la suerte. No. Es el compromiso con su trabajo. Con su cuerpo. Fuimos un poco más allá.
Desde inicios de 2016, el atacante cumple regularmente con un programa de ejercicios de musculación y prevención de lesiones. Esta misión se la encomienda a Jonathan Uba, entrenador personal de atletas de alto rendimiento. Tal parece que no solo el nombre tienen igual.
“Mac y yo nos parecemos en que tenemos una mentalidad totalmente ganadora. Desde que yo trabajo con él, el vínculo ha ido mucho más allá del que se pueda tener con un cliente. Es un ganador; cumple al pie de la letra con lo que se le asigne, sin importar distancias o cansancio para mejorar y mantener su estado físico”, señaló Uba, especialista en recuperación de lesiones.
El entrenador personal asegura que, de proponérselo, dado su organismo y condición metabólica, McDonald puede jugar sin ningún problema hasta los 38 años a un ritmo de alta competencia, salvo, evidentemente, alguna lesión grave.
“Es un atleta que vive para su cuerpo. Sabe descansar, recuperarse y alimentarse de una manera exacta, de acuerdo con sus necesidades de competencia. Yo le dije que esperaba verlo jugando fuera de Costa Rica y también en la Selección. Tuvimos una fuerte conversación una vez. Es de las personas con quien trabajo más a gusto”, reseña Uba. Él califica al Mac como amigo personal.
El atacante acepta que, al principio, dedicarle más horas del día a su preparación fuera de las horas de entrenamiento le ocasionó algunos inconvenientes familiares. Sin embargo, es en los suyos en los que siempre encuentra fortaleza para ser mejor persona y deportista.
“Quizá mientras hay compañeros que le dedican horas al playstation o a ir a centros comerciales, yo la verdad prefiero pasar ratos viendo videos sobre cómo alimentarme mejor o cuántas horas es mejor descansar de acuerdo con el nivel de competencia específico. Es mi cuerpo el que me da de comer a mí y a mi familia”.
Otro de los que le habla al oído al artillero es su padre, Jasper. Él sabe comunicarse con su hijo en el momento oportuno y conoce el instante propicio para darle un consejo, hablarle firme o bien solo abrazarlo sin pronunciar palabra alguna.
“Jonathan ya está en otra etapa de su vida. Es una persona sumamente familiar y comprometida que, por ejemplo, invierte en máquinas de recuperación para su cuerpo después de que recibe tantas y tantas patadas en cada partido. Si usted se da cuenta él prácticamente no se lesiona pero eso no es porque cae del cielo”, nos cuenta don Jasper.
El Mac es compromiso. Es entrega. Es sangre roja con piel negra. Es dolor y rabia, pero también es gol y alegría. Estuvo prácticamente fuera de la Liga dos veces, no obstante pudieron más su liguismo y sus números. La tercera fue la vencida y su salida del equipo de sus amores, pues lo seguirá siendo, se fraguó definitivamente una tarde de junio a solas con el cuestionado Fernando Ocampo. El tiempo dirá si fue una buena decisión.
En el ambiente del fútbol, nocivo y mentiroso en ocasiones, hay quienes dicen que alcanzar el éxito les costó lágrimas de sangre, aunque ni ellos se lo creen. Definitivamente ese no es el caso de Jonathan McDonald. Gracias goleador y mucha suerte…
En el siguiente vínculo debajo, podrá observar la trayectoria goleadora de Jonathan McDonald con Liga Deportiva Alajuelense:
“Yo en las mejengas de infancia era Miso y punto, sino no jugaba. Imagínese lo que puedo sentir ahora cuando un niño dice que quiere ser Mac”.
“Me gusta a veces venir solo al Morera Soto, cuando no hay nadie en el estadio, y sentarme a pensar, a reflexionar… a recordar”.
“El Macho Ramírez siempre fue una persona frontal que me enseñó muchísimo. Tengo cero resentimientos con él por el tema de Rusia”.
“Yo quiero mucho a la Liga, y muchas veces el jugar como un aficionado me ha pasado la factura por querer hacer lo que fuera en favor del equipo”.
