Artículo de la semana

MATADOR DEL MUNDO ENTERO-JOSEF MISO

¿Y ese quién es?… preguntaría un asombrado Jorge Luis Pinto Afanador, al observarlo en el primer video de un juego del equipo, que en 2001 le pretendía como entrenador. Se trataba de Josef Miso. Su calidad técnica nunca pasaría inadvertida. El muchacho del pueblo eslovaco de Horné Orešany, que arribó al país en 1995, próximo a cumplir 22 años, no fue un delantero rápido, ni un “nueve” correlón.

Tampoco fue un gran cabeceador. Lo suyo era el ingenio, la gracia, el juego limpio y el derroche de elegancia. Estas características, combinadas con su talante en apariencia frío, lo convrtieron en el histórico mejor anotador extranjero de los campeonatos nacionales de primera división. Con Alajuelense, donde jugó desde 1995 hasta el 2004, marcó 73 de los 88 goles anotados en las 12 temporadas que disputó.

Su inquebrantable compromiso personal y la confianza de sus compañeros, le dieron la confianza suficiente para tornarse gradualmente en un letal cobrador de tiros libres. Son memorables sus decisivos aportes de gol en vibrantes remontadas del equipo, en series finales de campeonato. “Miso, todo tiro libre cerca, era gol”, dice sin rodeos Erick Lonnis.

El exarquero y capitán morado sufrió en varias ocasiones sus remates precisos, entre los cuales recuerda particularmente el gol anotado en la final del domingo 13 de julio de 1997. Alajuelense visitaba a Saprissa. A los 6 minutos ya iba perdiendo 2-0, tras los goles de Adrián Mahía y Gerald Drummond. 

Miso descontó al minuto 14, con un remate de tiro libre directo, que Lonnis no supo anticipar. Gracias a este gol, la Liga no solo volvió al juego, sino que remontó el marcador con dos goles más de Bernard Mullins, para finalmente triunfar en casa con dos goles más de Miso.

Lo mismo sucedió en la serie de final del campeonato 2000-2001 frente al Herediano. Luego de perder en el partido de ida 1-0 en el Rosabal Cordero, Miso ejecutó dos anotaciones en casa, sellando así, junto al tercer gol anotado por Mauricio Solís, la victoria manuda, el bicampeonato y el trofeo número 21.

Con la Liga consiguió seis títulos de primera división, uno de Grandes de Centroamérica y otro de la Concacaf; el de goleador de la Concacaf con 7 tantos, y goleador en Costa Rica en el torneo 1998-1999, con 21 anotaciones, junto a Adrián Mahía del Deportivo Saprissa.  

Nos recibió en su casa, en el Barrio San José de Alajuela, con un trato adusto, que gradualmente  fue relajando hacia una charla cada vez más amena.

¿Por qué quiso ser futbolista?

Soy de un pueblo pequeño que no llega a los 3 mil habitantes. Este pueblo se ubica a 50 kilómetros de la capital, Bratislava. Yo vivía a 300 metros de la cancha local, y mi papa entrenaba a los niños del pueblo. Yo siempre estaba en los entrenamientos de  mi papa.  Eso influyó mucho.

¿Siempre jugó como delantero?

Inicié jugando como delantero, pero cuando tenía 11 años empecé a jugar de volante central. Cuando tenía alrededor de 15 años, se me ubicó como central adelantado y luego de líbero, pero un entrenador me dijo que no cabeceaba nada, nada… (bromea). Luego, jugando ya en el Spartak de Trnava… me dijeron que necesitaba un jugador ‘pensante’ que jugase como delantero y así inicié…

Hombre sincero, directo y de buenos sentimientos

¿Cómo llegó al país? ¿Sabía algo de Costa Rica?

Faltaban algunas semanas para que cumpliera los 22 años. Yo jugaba a préstamo en un equipo de primera a un equipo de segunda…, que los directivos habían dicho que tenían interés en mi persona, luego llegaron Mario Chacón e Iván Mraz… La oferta que me dieron no fue nada tentadora; era más de lo que ganaba, pero no una oferta para dejar mi país. En dos días se tomó la decisión.

Solo sabia de Costa Rica por su participación en Italia 90. Sabía, eso sí, quién era Iván Mraz. Fue un importante jugador bastante conocido en Eslovaquia, aunque no había tenido el gusto de conocerlo personalmente.  Durante el viaje, don Iván me comentó varias cosas del futbol local, cuáles eran los principales equipos, los estadios, el clásico… Me impresionó saber que a un partido de la Liga podían asistir 18 000 mil personas, en tanto yo jugaba partidos donde iban no más de 6500 personas.

¿Cuáles fueron las principales barreras culturales que enfrentó?

No sabía nada de español. Nada. Antes de venir, mi hermana me regaló un diccionario, según el cual, en vez de decirse ‘adiós’, se decía ‘hasta la vista’, que era una frase que solo conocía por películas de aquel entonces. En todas partes, e incluso en las pulperías, me despedía diciendo ‘hasta la vista’, y la gente se me quedaba viendo rarísimo… Tampoco sabía cómo enfrentar a periodistas. A mi llegada, varios periodistas esperaban para entrevistarme. No recuerdo si finalmente le dije algo a alguno de ellos.

¿Pero usted habla muy bien? Habla mejor que muchos ticos que conozco

Sí le puedo decir que al menos escribo mejor que muchos ticos que yo conozco (bromea).

El idioma lo fui aprendiendo solo. A los cuatro o cinco meses ya podía entender bien a los compañeros. Eso me facilitó mucho mi juego. El eslovaco no tiene nada que ver con el español. Aprendí leyendo mucho, escuchando la televisión…, conversando con mis compañeros. La mejor forma de aprender y mejorar un idioma es leyendo.

¿Cómo fue su llegada a la Liga?

Al recorrer el Morera Soto por primera vez, me impresionó que las graderías estuvieran cerquita de la cancha. Mi sueño de niño era jugar en el Spartak Trnava, de esta misma ciudad eslovaca. Curiosamente, también es un equipo rojinegro.

Mis primeros tres años y medio en Costa Rica vivía en una casa en el centro de Alajuela. Los compañeros me trataban muy bien. Mauricio Montero, que venía desde Grecia, era quien me “jalaba”, y durante los primeros meses, su esposa, la China, me hacía incluso el favor de lavarme la ropa. Leonardo Vega, el tercer portero de la Liga también me apoyó mucho.

El entrenador de la Liga era Badú. En el primer partido frente a Guanacasteca en su cancha, sufrí un rodillazo en el muslo, que me dejó inutilizado en el campo. Badú lo vio y me sustituyó. Tuve, sin embargo, un buen arranque. Anoté varios goles en los primeros partidos, pero luego, durante varios meses, no tuve oportunidad de jugar y perdí la confianza. No me sentía bien, no tenía mucho apoyo y sentía que estaba recibiendo algo del equipo y que yo no ayudaba en nada.

Yo había firmado un contrato “uno más uno”. Jugaba un torneo y al final de este, ya fuera el equipo o yo mismo, podíamos decidir continuar o finalizar el contrato. En marzo de 1996, don Iván me citó para decirme que ya habían transcurrido algunos meses, para preguntar cómo me sentía y cómo me preparaba para un nuevo año de contrato. Le repliqué que no pensaba quedarme más, porque no estaba jugando mucho ni aportando al equipo. Iván Mraz me dio, sin embargo, la confianza. Poco a poco las cosas fueron mejorando. Si usted empieza a rendir se lo hacen notar, se lo reconocen, incluso cualquier pequeña cosita buena que usted haga, lo tratan bien, desde los alajuelenses, los vecinos, hasta la afición. Siento mucho agradecimiento a la afición y a don Iván que confió en mí y me trajo acá.

¿Cómo era la Liga Deportiva Alajuelense que usted encontró?

Un equipo de grandes jugadores, donde también había mucha competencia. Estaban la Bala, Froylán, Arguedas, Mullins… A mí se me facilitó mucho acoplarme por los compañeros que tuve… jugadores que no eran de reventar la pelota, que antes bien le daban buen trato y preferían buscar una solución más complicada jugando, con tal de no reventar la pelota. Por eso era más fácil jugar con jugadores de la Liga en aquel momento, que con cualquier otro equipo del país. No creo que hubiese podido jugar con algún otro equipo en aquel momento.

¿Con cuál de los técnicos se sintió mejor Josef… con sinceridad?

Con Badú los entrenamientos eran juego, siempre era en la cancha, en espacios reducidos; lo hacía más alegre. Pienso que los jugadores con los juegos sencillos que él organizaba, lograba que uno mejorara la capacidad de razonamiento y resolver mejor en la cancha enfrentando diversos escenarios. 

Después llegó Keosseian y sentí que él me tenía más confianza, en esa época rendí mejor y empecé a tener más regularidad. Con Keosseian fue con quien mejor me sentí. Él tenía su parte chistosa, de bromista serio, pero tenía su carácter, cuando se enojaba, se enojaba. Yo tengo buenos recuerdos de él. Era una Liga muy agresiva, de buenos jugadores.

Pinto.Usted sabe quién es Pinto. Yo con él pasé mucho tiempo lesionado.  De Farinha tengo también buenos recuerdos, también me dio mucha confianza. 

Se le recuerda como un jugador “frío”, pero también como un jugador “honesto”, que no fingía faltas ni tampoco sentimientos.

No es cierto que sea frío. Soy una persona muy sensible. No puedo decir que fui un santo, pero no creo en la frase, esa de “hay que ganar como sea”. No. Hay que tratar de ganar bien. Sin trampa.

Se nos critica mucho lo sucedido en la final de 1998. Yo de eso, con toda honestidad, solo le puedo decir una cosa: yo nunca vi ni observé ninguna mala intención. Nunca salimos a jugar pensando que íbamos a perder o debíamos perder. Siempre salíamos mentalizados a ganar.

Me molesta mucho la injusticia. En un partido contra San Ramón, en el que ya había anotado, un árbitro me sacó una tarjeta roja directa, y consignó en su informe que al trotar cerca de él, lo había insultado. En realidad, luego de arremeter contra una valla metálica por una decisión que no compartía, dije algo en eslovaco, nada personal, que él escuchó y entendió como un conocido insulto en español. Fue mi única expulsión.

¿Cómo se convirtió en cobrador letal de tiros libres?

Yo sentía que pateaba bien la bola, pero yo no pateaba tiros libres. Ni siquiera en Eslovaquia. Generalmente pateaba Austin (Berry) o Joaquín Bernardo Guillén. En la final contra Saprissa en diciembre de 1997, íbamos perdiendo dos a cero en los primeros minutos. Yo siempre había querido anotar en un clásico, quería anotarle a Saprissa en su estadio. Se dio la posibilidad de un cobro y yo solo pregunté a los compañeros si podía tirarlo. Guillén le dio la oportunidad. Tomé la bola, rematé y tuve la dicha de anotar. Ese gol fue muy importante porque nos metía de nuevo en el partido. La anotación me dio mucha felicidad y Keosseian me felicitó. En casa, en el partido de vuelta, anoté dos goles y pude marcarle tres goles a Saprissa en menos de cuatro días. 

¿Son los goles que mejor recuerda?

Sí, pero también el gol contra Heredia en el marco sur, en la final del torneo 2000 -2001, o el gol contra el Toluca de México, en Las Vegas, gracias a un gran pase de Wilmer, disputando la Copa de Campeones de Concacaf de 1999.

¿Cuál fue su momento más duro en todos los años con La Liga?

Una lesión de 13 meses y 13 días que superé gracias al apoyo de la afición.

¿Con cuáles compañeros se entendió mejor en el campo de juego?

Con Wilmer (que pronuncia “Bilmer”) López. Fue un jugador demasiado inteligente, que pensaba muy rápido; con él era muy fácil jugar. Pero también me entendí bien con Harold Wallace, Carlos Castro, Rolando Fonseca, Froylán, Arnáez y Wilson Muñoz, que fue un gran jugador.

¿Asiste al estadio?

Cuando hay partidos grandes o importantes me gusta asistir. Me gusta mucho sentir el ambiente del estadio, los cánticos de las “barras”, la emoción. Eso llega. Si me dijeran que puedo ir a ver dos grandes equipos jugar a cancha cerrada, yo no iría. En cambio, cuando era joven, el equipo Slovan de Bratislava, disputó una serie contra el Borusia Dortmund de Alemania, cuya afición era muy conocida. Yo quería tener la experiencia de conocer esa afición apoyando a su equipo, y por eso no tuve problema en viajar más de mil kilómetros hasta Dortmund para ver el partido. 

En el Morera Soto me gusta ir a la gradería norte, abajo; cerquita de La Doce, porque me gusta el ambiente.

¿Tiene más de la mitad de su vida en Costa Rica, piensa quedarse a vivir en el país?

Me encantan los veranos en Eslovaquia, pero yo en Costa Rica me siento muy bien y muy cómodo. Es muy bonito. Yo siento que la gente en general, la gente se porta bien conmigo.

¿Por qué cree que la afición lo quiere tanto?

Porque hice algunos goles importantes en clásicos y partidos fuera del país. La Liga es un gran equipo. Si usted logró quedarse en este club durante varios años es porque hizo cosas que lo justificaron. Yo por eso estoy muy agradecido con la afición.

Josef Miso es el único jugador extranjero a quien La Doce bautizó y cantó:

“Nos dio el tricampeonato y el goleo / Miso es el matador del mundo entero / por eso La Doce pide a todos de corazón / que nunca se les olvide lo que nos dio / ¡MISO MATADOOOOR! ¡MISO MATADOOOOR!”.