JUEZA, MADRE E HINCHA:

Karen quesada bermúdez

 

¿Cómo se hace alguien de un equipo? Las vías son varias, no siempre claras ni mucho menos pacíficas. Resiste, sin embargo, la más tradicional de todas, la afición por filiación, o sea, apechugar con la inclinación hacia un determinado equipo, que se ha mamado en casa, desde pequeño. Somos muchos quienes conocimos el estadio de la mano de nuestro padre, y esa es quizás la referencia de origen mas común, pero ¿quién mejor que una madre para transmitir la pasión hacia los colores de un equipo?, ¿quién mejor que una madre para celebrar el estallido de un gol? ¿Existe acaso un mejor consuelo para las primeras derrotas que el regazo materno? Esta es la entrevista de Karen Quesada Bermúdez, una cara habitual de las gradería y sociología propias del Morera Soto, junto a su madre y su hija. Llueva, truene, con buena o con mala racha, allí estarán. De lunes a viernes, durante el horario laboral, se desempeña como jueza titular del Tribunal Registral Administrativo, puesto que recientemente ocupa luego de haber sido la coordinadora de la Oficina de Patentes de Invención del Registro Nacional, durante varios años.

CDL: Hola, Karen, entonces… ¿liguista por filiación?

Manuda desde la cuna, de padre y madre liguistas. Mi mamá es de papás heredianos y mis tíos también lo son. Ella siempre ha sido liguista, hay fotos de su cama de soltera donde tenía pegado el escudo de la Liga. No fue que se hizo liguista porque se casó con mi papá, ya ella era liguista.

CDL: ¿Cuáles son las primeras anécdotas de su memoria manuda?

1983. Salía de la escuela de Patarrá a las 5:40 p.m. Me vine directo hacia mi casa a cambiarme y comer algo. Alrededor de las 6:30 p.m. o 7:00 p.m. nos fuimos los cinco hacia el estadio, es decir, mis papás, mis dos hermanos y yo. Mi hermano menor tenía dos años en ese entonces. Viajábamos en un Datsun doble cabina de cajón chiquitito y de camino pasamos por una familia amiga compuesta por cuatro personas, dos señores y sus dos hijas, una de las cuales, era compañera mía en la escuela. ¡Éramos nueve personas en un carro de seis pasajeros! 

En ese mismo año, recuerdo ver a un Oscar Ramírez muy joven, calentando en banca. Todavía no era titular. Nosotros solíamos sentarnos en la gradería de sombra a este. Prácticamente teníamos campo fijo de arriba hacia abajo, en la tercera grada que da hacia la gradería norte, donde están las banderas, justo ahí. Como en ese entonces no había división y era un solo bloque, mi hermano y yo bajamos a saludar al Macho Ramírez, quien amablemente nos dio la mano por la malla. Años después, cuando el Macho se fue a Saprissa, mi hermano y yo nos queríamos arrancar la mano, pero bueno (ríe).

CDL: Cuando lea nuestra entrevista  al Macho, le garantizo que cambiará de opinión…

¡Yo sé! (ríe de nuevo) años después me volvió a enamorar.

Un recuerdo triste, al  evocarlo todavía me da ganas de llorar. Cuando inauguraron la iluminación, íbamos hacia el estadio en el Datsun doble cabina. En ese entonces, era necesario llegar al estadio y comprar allí la entrada; sin embargo, antes de bajar la cuesta del Cacique, en Alajuela, escuchamos por radio que las entradas se habían agotado. Cerca de unas bodegas que por ahí tenía Importadora Monge, mi papá dio la vuelta y regresamos hacia Patarrá. No se imagina lo que lloramos esa noche, aparte de tener que ver por televisión lo que quedaba del partido, luego de casi una hora de viaje de regreso. Yo estaba en cuarto grado, esa anécdota que de verdad la recuerdo como si fuera ayer y cada vez que paso por ahí me digo: “no puede ser, con la ilusión que íbamos nosotros para el estadio” de verdad vieras lo que yo lloré, son recuerdos bastante viejillos.

CDL: Había todo un rito familiar de por medio…

Si la Liga jugaba un domingo en Alajuela, ese era nuestro paseo dominical . En aquel entonces  se podía ingresar comida al estadio, entonces mami nos hacía sándwiches y en el Estadio nos compraban un juguito de cajita. Recuerdo que desde entonces comíamos los pasteles de papa de la señora del frente, los que todo liguista conoce.

CDL: ¿Cómo ha logrado prolongar esa fiebre… y transmitirla?

A principios de los años noventa, mi papá dejó de ir al Estadio luego de sufrir secuelas en una pierna consecuencia de un accidente de tránsito. Asimismo, mi hermano menor ya no podía entrar gratis al estadio porque ya había cumplido doce años. Mami -que no ha dejado de ir al estadio- y yo empezamos a viajar al estadio, pero en bus.  Cuarenta y cinco minutos de Patarrá hacia San José, caminábamos unos quince y luego tomábamos la station wagon o Tuasa hacia Alajuela.

En 1995, estando ya en la Universidad, empecé a viajar al estadio con amigos. Ese día debíamos jugar una la semifinal contra Cartago, pero llovía muchísimo. El país estaba siendo asolado por el huracán César y de verdad llovía muchísimo. Me desperté como a las 6 a.m.   porque había que debía llegar al estadio y comprar la entrada. El partido era a las 11. a.m. Bajo aquel mundo de agua nos fuimos desde muy temprano. Cuando llegamos a Alajuela, el mismo chofer nos dijo que habían suspendido el partido por la lluvia. “Vuelta y rosca”, de regreso a Patarrá.

Luego me casé con uno del otro equipo (ríe) y en 1997 fui mamá. Estando Valeria pequeñita dejé de ir al Estadio durante algunos años, hasta el año 2000. En mis adentros, me decía que no podía permitirme tener una hija saprissista. Sencillamente no. Apenas Valeria pudo valerse por sí misma, con 5 o 6 años cumplidos, le compré la camiseta de la Liga, la empecé a llevar al Estadio y nos sentábamos cerca de “La 12”. Me divorcié cuando Valeria estaba en primer grado. Viviendo solas, varias veces íbamos al estadio a las 5.00 p.m. Al regreso, literalmente debíamos correr hacia el parque Juan Santamaría para poder tener espacio en el bus de las 10.00 p.m., rogando para llegar a tiempo al último bus hacia Patarrá.

La misión era que Valeria se me hiciera liguista a como diera lugar y bueno, ¡misión cumplida!. Creo que ahora es hasta más fiebre que yo.

CDL: ¿Cuándo llegó el carro, para poder movilizarse hacia el Morera?

Llegó en el 2008, pero en la víspera del partido de despedida del Pato López, en Cartago, un tipo se saltó un alto y me lo despedazó. Al día siguiente igual fuimos mi mamá, mis dos hermanos, Valeria y yo a la despedida del Pato, de eso tengo una foto.

CDL: ¿Dónde se siente más cómoda en el Morera?

He andado por toda la gradería. Empecé yendo a la este y ahí era nuestro lugar. Después me pasé a sol porque ya tenía que pagar yo y cuando estaba en la UCR solo me alcanzaba para ir sol. Me enamoré de la “popular”. Hace un tiempo cambiamos a la sur, porque me parecía emocionante ver los jugadores salir del túnel. Después, fui muchas veces a la norte, pero no me gusta. Entre la sur y la norte, prefiero la sur, pero la verdad, es que soy de la popular. Yo no puedo ver un partido sentada en el estadio, yo no me siento a menos que sea un miércoles en la noche o cuando llueve y casi no hay nadie pero normalmente el partido lo vemos de pie.

CDL: ¿Cuál es el rito de estadio de Karen?

Ahora vamos las tres y las tres somos socias. Cuando el partido es un miércoles, al salir del trabajo me voy rumbo a Alajuela de una vez con mi mamá y mi hija. Muchas veces llevamos la camiseta de la Liga dentro del carro y nos cambiamos en el parqueo. Si voy con mi mamá, vamos a tomar café a Plaza Real. Si voy solo con Valeria, vamos al “Liga bar” y nos comemos un gallo de giba, ahora parqueo a los diez metros de Liga Bar, normalmente salgo a las 4 p. m. del trabajo y llego a Alajuela a las 5:15 o 5:30 p.m.

CDL: ¿Cuál es su jugador histórico favorito?

¿Tiene que ser uno?

CDL: sí

El Pato

CDL: ¿Por qué?

Por el carisma y porque es un crack. El Pato jugó con la Liga en una época en la que ya yo tenía mayor conocimiento y me tocó ver partidos muy buenos con él. Lo sigo viendo en el estadio. Es como un “compa” más, uno lo ve tanto, que lo saluda como si fuera un amigo cercano. Ahora que TDMAS repitió los partidos de la eliminatoria del 2002, pude ver los partidos sin presión, esos pases que hacía eran una cosa impresionante.

CDL: ¿Has tenido la oportunidad de ver a la Liga fuera de Costa Rica?

Solo eso me falta. Tuve una oportunidad que afortunadamente no se dio, pues no hubiese sido la más feliz del mundo. Estando en Santiago de Chile, quería ir al partido de vuelta contra el Colo-Colo. Por más esfuerzos que hice para que me acompañaran, todos me decían: “usted está loca, no se puede ir a meter a ese estadio, es una zona peligrosa“, y no fui.

CDL: ¿El partido que más recordás?

La final de CONCACAF del 2004. Me acuerdo como si fuese ayer, recuerdo donde estaba sentada con Valeria, siempre cerquita de “La 12”, pues ya había empezado a llevarla al estadio.

CDL: ¿Una vivencia en el Morera que te haya arrugado el corazón?

La celebración del centenario fue espectacular. Todo en general, lloré como una Magdalena. La recreación de Alejandro Morera Soto, aunque bueno, yo sí lo conocí porque vivía a la vuelta del estadio y cuando parqueábamos cerca de su casa, el señor siempre estaba ahí. Un nudo en la garganta estar el propio 18 de junio en el parque de Alajuela viendo aquel gentío con banderas, bailando y gritando. Después el brindis, yo creo que eso es lo que yo voy a atesorar en mi memoria siempre, porque partidos hubo un montón, pero esta celebración del centenario fue algo sin palabras.

Me emociona mucho recordar el mosaico que hicimos en el partido contra el Impact de Montreal. Tengo muy bonitos recuerdos del  encuentro contra el Necaxa, habíamos perdido en México, el partido de vuelta era aquí en Costa Rica y lo ganamos. Durante ese  encuentro la afición completa no dejó de cantar, teníamos que remontar y lo hicimos, fue muy emocionante.

CDL: Luego de tantos años de visitar el Morera, ¿cuál es tu relación con “La 12”?

Yo soy muy “pro-12” porque conozco gente que está ahí, en la barra. No puede uno etiquetar a nadie, me encanta las cosas bonitas que hacen, la proyección social que tienen y todo lo que ayudan a la Liga en el estadio. Me encanta que siempre tengan una buena canción y que todo el mundo trate de aprendérselas y de cantarlas, el ambiente que generan. ¡Yo soy la típica barra-brava reprimida (risas)! Y los amigos de estadio, yo he conocido a mucha gente en el estadio y eso es muy bonito. Ahora con este tema de la cuarentena, a mí me hace mucha falta ver a la Liga en el estadio. Me parece terrible no poder asistir, me hace mucha falta el abrazo de gol con el desconocido que usted nunca en su vida ha visto.

CDL: ¿Y ese tatuaje?

Siempre quise hacerme uno de la Liga pero no sabía qué. Tampoco podía ser muy visible por motivos de trabajo. Vino el asunto del Centenario y resulta que hay un muchacho tatuador manudo que va al estadio. Valeria y yo lo conocimos y aprovechamos una promoción que hizo un viernes 13, para que me tatuara un latido y en lugar del corazón, el escudo. Hay gente que lo ve y piensa que es solo un latido…el que no lo siente, no lo entiende.

CDL: Su trabajo le implica un esfuerzo de lectura y comprensión constante. Los documentos de patentes de invención son lectura fácil. ¿Le gusta leer sobre la Liga?

Aquí tengo el libro de Morux (lo muestra), es el original, del 12 de octubre del 1987. También tengo el  de José Antonio Pastor Pacheco, tanto en pasta de lujo como en la versión económica.

CDL ¿Qué es la Liga para Karen Quesada?

Mi prioridad. Así se lo digo porque así es. Nosotros somos católicos practicantes, si la Liga juega sábado vamos a misa el domingo y si la Liga juega domingo vamos a misa sábado. Cumplimos con las dos cosas, pero la Liga es la Liga.

CDL La posible abuelita Karen Quesada, ¿cómo sería con los nietos?

Llevarlos al estadio al igual que llevé a Valeria, eso exactamente haría. Nosotros aquí en la casa tenemos una máxima y es que no se aceptan morados en la familia, entonces simplemente no hay. Mi familia de sangre tiene que ser Liguista, sí o sí. Estoy convencida, de que sea cual sea la edad que tenga, siempre querré estar cerca de “La 12”. Ese es el lugar que me gusta, incluso hace poco, frente a la posibilidad del nuevo estadio, pensábamos si era buena idea o no, conseguir un grupo de gente y comprar un palquito bonito, pero no, por la barra. Vivir el partido al lado de “La 12” en el Morera Soto es una experiencia única.