Artículo de la semana
Mauricio Montero
ESCOGIDO POR EL FÚTBOL
Desubicados, íbamos y veníamos por ese vertiginoso ascenso de varios kilómetros hacia Grecia, abarrotado de ventas de vehículos y maquinaria. Tratábamos de descifrar una dirección imposible, llena de localismos; que vía telefónica nos habían detallado. El dependiente de una venta de repuestos de camiones nos colaboró con señas más precisas. Con escasos 20 minutos para almorzar de previo a la entrevista acordada en su casa de habitación, decidimos entrar de prisa a una soda que observamos sobre dicha carretera.
Mientras repasábamos nuestros apuntes, al tiempo que devorábamos un generoso “casado”, notamos la mirada indiscreta de una pareja de jóvenes en la mesa contigua. “Vea… ese es el libro sobre su abuelo! “, dijo él. “Sí… ahí en la casa lo he visto”, asintió ella convencida. Se refería a “Piso ‘e tierra”, el relato biográfico de Antonio Alfaro Barrantes, publicado en el año 2001, que cargábamos como parte de nuestro material de apoyo. La nieta nos dijo que estábamos a escasos trescientos metros de la casa de su abuelo, Mauricio Antonio de la Trinidad Montero Chinchilla, o simplemente “Chunche”.
Nos recibió fuera del portón de su casa, exhibiendo la recordada dorsal “21” de su gran amigo Froylán Ledezma Stevens. Al actual entrenador de la U-15, el tiempo lo ha tratado bien. Se conserva en buena forma y su característica fortaleza física, la deja patente al estrechar la mano que extiende en un gesto tanto más natural que generoso.
Hay autenticidad en cada uno de sus gestos, de sus palabras y de sus ademanes. Inició la entrevista narrando de manera espontánea su crianza humilde, campesina, llena de carencias materiales, pero en un ambiente sano y guiado por el ejemplo constante del trabajo y probidad, que sus padres supieron transmitir tanto él, como a sus varios hermanos. La dificultad de continuar con los estudios, el trabajo en los cañales de La Argentina de Grecia, las 18 o 20 cajuelas que lograba recolectar “pasando derecho, sin almorzar”, que luego debía transportar al hombro, subiendo desde los 9 años veredas de cafetal empinadas e interminables.
Su “ascenso” como encargado de “la bomba” local, pero sobre todo las consecuencias del desafío de un padre, a quien siempre ha admirado y respetado y al que sigue refiriéndose cariñosamente como “papi”, para quien el futbol era una “vagabundería”. Para don Rafael Ángel Montero, el deseo de su hijo de convertirse en futbolista profesional no era más que un distractor de sus verdaderas labores en el campo. Una desviación del destino que a la postre lo había sido preparado por su entorno y por la vida, un destino que, sin embargo, desde muy joven Mauricio osó confrontar.

Mauricio Montero sin tapujos
La consolidación definitiva de Arnáez en la Liga se dio en la pintoresca era de Badú Vieira. Necesitaba con urgencia un defensor ante problemas de lesiones. Fue una oportunidad que no desaprovechó en lo más mínimo. Se afianzaba un camino rojinegro que derivó en siete campeonatos nacionales, un cetro de la CONCACAF y una envidiable cifra de 66 goles para un jugador que no es delantero.
“Mi equipo siempre será la ADG, pero lógicamente mi piel es de la Liga. Yo de niño siempre soñé con ser jugador de primera división… jamás ni por la mente me pasaba ser capitán de una institución como esta. Yo nunca me guardé nada en la cancha. Nada”.
Luis Diego no era un hombre de muchas palabras. No era de los que hablaba mucho con la prensa. Prefería hacerlo en la cancha, barriéndose con todo para evitar un ataque rival o celebrando con furia una anotación suya o de un compañero. En ocasiones salía expulsado, y más bien le llovían aplausos por la entrega que derrochaba.
Los periodistas deportivos lo tildaban de polifuncional y llevaban razón. Fue defensor, volante de contención, mediocampista ofensivo. No le temblaban las piernas para pedir un penal decisivo. Si regañaba a los compañeros, se le escuchaba. y si perdió en algún momento la regularidad, no fue por rendimiento, sino por las tres cirugías que enfrentó su rodilla derecha, en la era de Jorge Luis Pinto.
El adiós le llegó a los 38 años. Pudo seguir un poco más, pero no quiso deambular de un equipo a otro. Se fue por la puerta grande, con una despedida de ensueño ante Puntarenas, el único otro club al que defendió como jugador profesional. La Doce lo ovacionó ese día, y su imagen se desplegó en una manta en la que no cualquiera aparece. En ella está el semblante de Arnáez.
“Mi última salida de la institución fue por rescisión de mi contrato, y la verdad es que no esperaba que el aficionado me tratara tan bien. He ido a algunas de las actividades del centenario con la frente en alto, y siento ese calor genuino de la gente porque yo no soy mucho de figurar ni nada de eso”
¿Como convenció a don Rafael Ángel que le permitiera jugar al fútbol?
Mis hermanos me ayudaron, Gerardo y Raúl. Le dijeron a papi que ellos trabajaban horas extras para recuperar lo mío. Entonces él aflojó pero sí me advirtió: bueno, está bien, pero Ud. sabe que Ud no va a tener plata para para Ud., no va a tener ropa, no va a tener zapatos porque Ud. es un vago. Cuando venga de la cancha tiene que arreglarme el terreno para sembrar frijoles y desyerbar el maíz, sembrar maíz, picar leña, traerle la leña a su mama y ponérsela en una hoguera a la orilla del fogón.
Entonces yo iba a pie desde La Argentina hasta el cruce de Grecia en la pista. Ahí me pasaba a recoger el amigo mío del camión repartidor. Después de entrenar me venía corriendo desde el cruce para hacer todos esos trabajos.
Algunos jugadores han tenido otras posiciones. ¿Ud. tuvo oportunidad de jugar en otro puesto diverso de la defensa?
Yo la parte de atrás toda la hice. Lateral derecho, izquierdo, central, stopper y contención.
En 1980 debuté en primera división con San Ramón jugando contra los tres grandes: Cartago, Saprissa y Alajuela.
Esos campeonatos tenían en aquel entonces otro tipo de exigencia física… Mientras uno tocara la bola, prácticamente podía matar al otro y no pitaban. Todavía no había líneas, eran partidos muy bravos, aparte de que el trabajo el físico durante la semana era también muy diferente al de hoy en día. Aquello era algo acaballado…por eso yo ahora gozo con los chiquillos, los molesto, y les digo: Uds no hacen nada. Se quejan por cuatro o cinco partidos seguidos…cuando yo, iba a entrenar, luego me venía corriendo desde el cruce, picaba leña, hacía todos los trabajos y en la tarde si podía me echaba una mejenga…los fines de semana andaba los tacos en la bolsa para ver a cuál equipo le hacía falta alguien, para poder jugar otra vez…y nada de las cosas de ahora (ríe a carcajadas)
¿Alguna virtud debía tener Ud. a los 16, 17 años para que pudiese debutar tan joven?
Lo mío era ayudarles a los compañeros. Yo me daba por completo los compañeros, si el compañero fallaba yo lo cubría, me la pelara o no me pelara no me importaba, yo lo cubría.
¿Malintencionado?
No, nunca. Para ser defensa y haber jugado durante 18 años en primera división solo fui amonestado con tarjeta roja en cinco ocasiones, de las cuales tres, fueron por doble amarilla.
¿Y la parte física?
La gente me preguntaba, ¿y ese físico? ¿A qué se debe? La crianza en el campo. Yo a los diez años me echaba encima una saca de cuatro cajuelas y subía por las cuestas de los cafetales con botas de hule agarrado de las bandolas de café… bajaba y me echaba otra saca encima…así como no iba a echar cuerpo y sacar caja… ¿Pesas? De eso nada. Eso lo conocí hasta que llegué a la Liga. Las doce barritas yo las ponía y las alzaba sin problema. Nadie podía pero yo sí lo hacía porque la fuerza mía era natural.
¿Cómo eran los partidos de segunda? ¿Iba la gente a verlo? ¿Su papá?
Sí, claro, la gente iba, pero papi no. Papi nunca fue a verme.
¿A él no le gustaba el fútbol?
Papi es liguista envenenado. Yo tenía seis años de jugar y papi no había ido ni una sola vez. Yo lo invitaba y le decía, pero no iba y no iba.
Para un Día del Padre lo invité y le dije que fuera, que yo le iba a meter un gol dedicado a él en el partido contra Limón, y fue. Hice una jugada con José Mario Rodríguez y quedé solo contra el portero. Me lo bailé…si hubiera dejado que la bola entrara la bola entra…. pero eran tales las ganas de meterla que la tiré por fuera. Esa la conocida “jugada del zoncho”. Diay, papi se vino solo…me dejó botado. Se vino solo…. (ríe).
¿Pero qué andaba haciendo Ud en ese sector de la cancha si era defensa?
En aquel tiempo al defensa no lo dejaban pasar de media cancha. En la media había un alto ahí. Hasta ahí llegaba. …Fue iniciativa porque yo se la corté al padre Foster, el centro delantero y José Mario salió a hacerme la pared. La tiró por encima porque Limón achicaba. Yo se la di y jalé, pero natural verdad…cuando me regresó la bola yo se la pasé por encima a Rodolfo Jarret el portero de Limón. Yo seguí detrás de la pelota. Si yo me hubiese ido a celebrar, la pelota entra pero desgraciadamente no entró.
Esto me marcó para bien, no para mal. Porque de ahí cualquier otro habría quedado desbaratado….yo no.
¿Cómo se lo tomó Toribio?
No nada. Como una jugada normal. Al final todo el mundo gozaba y yo lloraba. La gente era la que me reclamaba que cómo lo iba a botar estando solo, solo. Lo vacilón fue que en la vuelta nos tocó contra Limón y les hice un gol desde media cancha.
¿Y su continuidad en San Ramón a partir de ese momento?
En aquel entonces los contratos eran de por vida. Negociarlos era muy difícil pero yo quería un contrato nuevo por tres años y no era posible.
Cuando llegó Juan Luis yo me vine al campo a cortar caña. Se le dije a Guillermo Vargas Roldán – que fue como mi papá-, porque incluso me daba un aguinaldo en diciembre porque sabía que éramos muy pobres.
Yo me vine y San Ramón para abajo y para abajo, hasta que llegó al último lugar. Vino un grupo con don Guillermo a hablar conmigo. Yo les dije que yo quería un contrato, porque deseaba ser alguien en la vida y con el salario que me ganaba, me salía mejor dedicarme a cortar caña. Me dijeron que no se podía. Que el equipo no tenía condiciones para eso. Empezó entonces la segunda vuelta y otra vez San Ramón de último. Regresaron y de nuevo les dije, sin contrato no podemos….al final de la tercera etapa terminaron haciéndome un contrato por tres años.
Al final de ese campeonato la Liga se interesó en mí. El Dr. Alfaro y Mario Chacón vinieron a la casa a hablar conmigo. Les dije que no podía porque recién había firmado un contrato con San Ramón. Que si ellos accedían al traspaso, entonces yo también estaría de acuerdo.
Lo cierto es que para aquel entonces al terminar las cuatro vueltas, yo siempre me venía al campo a cortar caña y a hacer mis trabajos normales. El Dr. Alfaro me ofreció entonces entrenar con la Liga y pagarme lo correspondiente a esos meses. Finalmente, el traspaso se llevaría a cabo y el Dr. Alfaro me pagó los “salarios caídos”.

¿En San Ramón cómo se lo tomaron?
¡Más bien estaban deseándolo ! (ríe). El traspaso se dio a cambio de equipo de entrenamiento y una serie de materiales de construcción: cemento, varilla y láminas de zinc con los cuales se construyó la gradería este del estadio Vargas Roldán.
¿Su relación con Juan Luis (Hernández Fuertes)?
Yo con él me llevo muy bien. Yo casi nunca tuve problemas con entrenadores porque yo iba a lo mío. Era muy bueno y dedicado para entrenar. Yo pienso que la persona que se entrega, nunca va a tener problemas. Si cometía un error y el entrenador me lo señalaba, yo corregía el error y punto. Por eso durante cuatro de los seis años que jugué en San Ramón fui capitán, lo mismo que once de los doce años que jugué para la Liga.
¿Cómo fue su llegada en 1987 a una Liga Deportiva Alajuelense llena de “gallos viejos”?
Tenía 24 años. Llegué ahí, todos era académicamente muy buenos y yo era “muy caballo” para hablar. Iba a entrenar en botas y con camisetas de números grandes. Yo decía las cosas como las decía en el campo. Me vacilaban mucho, porque decía cosas como “salga pa fuera”, “trepe pa arriba” o “acuantá”. Alvaro Solano y Alejandro González eran los más jodedores. Duré cuatro meses en poder entrar al camerino de la “primera”. Tenía que ganármelos para poder entrar. El único que se puso del lado mío fue Macho (Ronald) Mora. Él me agarró y me dijo: Mauricio, Ud. aquí no puede decir esto …ni aquello…
¿Cómo viajaba en esa época?
En bus o con José Mario (Rodríguez) que había llegado antes que yo a la Liga. Ahora, yo trabajé varios años en la Bomba de Tacares. Hasta el campeonato 89-90, yo de mi casa me iba directo a trabajar, abría la Bomba a las 5.30 a.m. A las 8 a.m. me iba, entrenaba y a la 1.00 p.m. venía de regreso y trabajaba en la Bomba hasta las 8.00 p.m. El entonces entrenador, Odir Jacques se dio cuenta y me reclamó. Le comenté las razones y logré que me subieran el sueldo con la condición de que dejara de trabajar en la Bomba.
¿Su debut?
El debut mío fue contra River Plate con 18 mil personas en el Morera Soto.
Como yo jugaba todas las posiciones atrás, a mí me contrataron de contención. Todos los partidos amistosos y de pretemporada los hice como contención. Para el partido contra River venía el “Búfalo” Juan Gilberto Funes y como Sosa (Hernán Fernando) había jugado en Argentina, Joseph (Bouska) preguntó quién de todos los que estábamos ahí, estaba en capacidad de marcarlo. Fernando le contestó que el único que le podía hacer algo era yo. Bouska me alineó entonces de cuarto defensa, Fernando de central, Macho Mora y Chaves Innecken a los lados.
Ahora, yo me di cuenta de que iba a debutar y jugar de titular el mismo día del partido. Yo llegué en bus. Venía caminando hacia el Estadio y cuando yo llegué a la esquina del semáforo y vi ese montón de gente, pensé: qué diablos; no han abierto el Estadio. Entré, dejé la bolsilla de Palí que andaba en la mano y me metía a la cancha. En el estadio no cabía un alma, más toda la gente que estaba afuera…salí a calentar para que se me olvidara todo porque yo temblaba. Pasar de jugar ante 800 personas en San Ramón a 18.000 en aquel partido, ¡Ud. imagínese!
Yo arranqué ahí y a partir de ese momento me gané la gente. Empecé a remar contra corriente ganándome poco a poco -gracias al rendimiento- el respeto de los compañeros. Si Álvaro Solano cometía un error, yo le cubría y no le decía nada. Ellos fueron entendiendo mi manera de jugar, que yo era pro-equipo, que siempre los iba a respaldar.
¿Cómo le fue con Funes?
Bien, digo bien porque nos dimos duro. Me aruñó la cara, me jaló el pelo y yo también. Necesité trabonear una bola y ahí mismo se la traboneé en el pecho. Ese partido se pudo haber ganado, con aquellas dos bolas de Gugui Ulate en el palo.
¿Y cómo fue su asocio con Fernando Sosa?
¿Nando? Para mí fue como un maestro porque me ayudó demasiado. Entenderle cómo meter las manos, cómo enfrentar los jugadores, cómo pararme en el terreno de juego, cómo anticipar…en fin, fueron él y el finado Juan José Gámez de quienes aprendí un montón. Cuando Gámez llegó con los “Carasucias” se acercó y me dijo, “vea, Mauricio, Ud. está en Liga Deportiva Alajuelense, Ud. no está en San Ramón donde si le pegaba y la sacaba del estadio o la mandaba a la gradería la gente le aplaudía pero aquí no, aquí la gente lo va a silbar. Ud. tiene que salir y ponérsela a un compañero…Ud. tiene que mejorar mucho. A puro empeño, luego de varias sesiones de práctica fuera de entrenamiento, logré mejorar mi técnica. Yo no tuve formación, ni liga menor…yo fui hecho a puro cuchillo. De un pronto, noté cómo ya la paraba con el pecho, me quitaba un rival, ponía un pase a profundidad bueno, juego a primera intención, cómo poner el pie y servírsela a un compañero, un montón de cosas que aprendí gracias a él.
¿Juego aéreo?
Muy bueno, porque eso ya lo traía. Yo saltaba muy bien y como tenía “caja”, apartaba a los rivales.
¿Oscar Ramírez?
La cabeza pensante del equipo. Un cerebro muy positivo. Sabía cuándo el equipo tenía que ir rápido y cuándo tenía que ir lento. Cuándo avanzar, cuándo y cómo esconder la bola o provocar las faltas si era necesario. Manejaba el partido. Un líder tanto dentro como fuera del camerino.
Nosotros impusimos una cosa que no sé si todavía la Liga la tiene, que era repartir los premios por igual, independientemente del grado de participación. Antes de eso, el que jugaba ganaba un 100%, el que estaba en banca un 70% y el que no jugaba, ganaba un 40%. Iván Mraz nos decía, yo reparto y Uds ven cómo se organizan, nosotros entonces decidimos repartirlos por igual e incluir al asistente, al doctor y al masajista.
¿Cómo era Iván Mraz?
Con sólo la mascota que tenía en la entrada de la puerta donde él trabaja….tenía un bull–dog (ríe). Eso lo definía todo. Él era muy trabajador, muy disciplinado, muy enfocado en lo físico. Profesionalizo mucho el futbol nacional, pero ciertamente nosotros físicamente volábamos. Metió lo del doble entrenamiento. Entrenamientos durísimos, dejaba el zacate más alto…por eso nosotros ganábamos en los segundos tiempos.
Era además muy sarcástico…no compartía con el equipo. Él iba a lo de él. Decía buenos días y nada más. Ni siquiera daba la mano.
Tenía sus ideas. A Oscar (Ramírez) lo trató muy mal. Lo marginó del equipo, no le daba ropa para entrenar, debía entrenar por aparte…como si fuera un delincuente. Jugadores muy valiosos, como Carlos Mario Hidalgo a los que no les daba oportunidad porque él no lo contrató. Carlos Mario entrenaba como si fuera el último partido de su vida y aun si no le daba la oportunidad. Solo lo puso un partido y su buena actuación le permitiría seguir su carrera en el Deportivo Saprissa.
¿Por qué no quería a Oscar?
Diay, porque era muy chiquitillo y porque lo quería mucho la afición, por su liderazgo. Por celos.

¿Cuáles fueron sus momentos más duros en la Liga?
Dos épocas. En el 94 que no empecé jugando con Quique Vázquez pero luego me gané la titularidad, y en el 98 la pérdida con Saprissa con dos hombre menos. La gente tiraba los carnés, quemaban la bandera, botaron una puerta… querían pegarles a los jugadores. El equipo tuvo que salir del Estadio en un bus porque ingresó por el lado de sol. El único que salió por el frente fui yo. No le debía nada a nadie. De hecho ese partido no lo jugué porque estaba en banca. Fue mi último año como jugador activo.
Yo me meto en la carne y en el cuerpo de los aficionados…el gasto que tienen, que es grande para venir a apoyar el equipo y verlo que pierda, aficionados que vienen de San Vito de Coto Brus, verlos llorando, son cosas que a uno le rompen el corazón…y bueno…lo último que pasó.
Los temas personales no me afectan tanto porque siempre los veo como un reto para superarme (si no me querían poner, cuando me criticaban porque fallaba penales, cuando duré cuatro meses para que me aceptara el camerino).
Lo que sucedió ahora (última final) también me dolió mucho. Yo estaba en el estadio, sentirlo mudo, no verlos apoyando en los tiempos extra ni en los penales fue muy duro. El equipo estaba asustado.
A Ud siempre se le ha considerado capaz de levantar un estadio como también de calmarlo. ¿Qué sentimiento le produce?
Uno se gana el cariño de la gente entregándose en cuerpo y alma al equipo. Puede ser que las cosas le salgan mal, porque uno no siempre anda bien, pero uno siempre debe defender la camiseta a muerte. Me ha pasado en la Liga pero también en el Saprissa. Una vez le íbamos ganando a Saprissa en su estadio y la afición estaba a punto de botar la malla sur. Nos fuimos Evaristo Coronado y yo y logramos calmarlos… porque iba a pasar algo grave. Nadie me faltó el respeto.
¿Por qué lo quieren incluso otras aficiones?
Porque nunca las irrespeté ni celebré goles de manera irrespetuosa. Yo celebraba tranquilo y nunca los insulté. Tampoco lo hacía cuando daba declaraciones en los diferentes medios. Siempre me expresaba bien del equipo rival y de sus aficiones.
¿Entrenadores?
Hubo de todo, buenos malos, regulares y malísimos…los tuve que sacan lo mejor de Ud. por medio del trabajo sicológico; otros que se convierten casi en su papá y en su abuelo. Ud. se da, Ud. se brinda pero siempre debe respetar las decisiones del entrenador aunque no las comparta. Le pongo un ejemplo, una vez Iván Mraz me puso a jugar de extremo derecho, marcándole la salida a Enrique Díaz y hasta me tenía advertido. “Si ese pasa de media cancha le quito la cinta de capitán”. Diay, me tocó…ir allá y presionarlos para que no le dieron la bola…vieras más bien casi meto un gol…(ríe)”.
Hablando de goles, Ud. también fue un defensa gol, ¿cuál es el que más recuerda?
Cincuenta y seis goles, algunos bonitos desde media cancha pero no siempre el que más se recuerda es el más bonito. El que más recuerdo fue el penal del empate contra Saprissa en la final de 1991, eso levantó el equipo y gracias a este gol, ganamos el título.
¿La habilidad para los penales?
Temple. El penal es temple porque es una responsabilidad muy grande. Ud tiene que ir seguro y tranquilo de dónde lo va a tirar. Porque en ese camino que Ud. recorre desde el centro de la cancha al punto de penal, Ud. siente que el mundo se le viene encima. Si anota tiene de inmediato del apoyo de la gente, pero si lo falla, ese camino de regreso se le hace como un kilómetro, es eterno.
A mí lo dio el fallonazo en el penal contra Estados Unidos en San Luis, Missouri. A partir de este error me dije: diay, si tuve las agallas para tirarlo por qué no me quedo practicando, y así lo hice.
¿Cuáles han sido los momentos más lindos?
La final del 91, el 4-0 de la Concacaf como asistente y la despedida…
¿Qué fue lo que le pasó en el helicóptero?
Se ríe. Cómo pega esto…le dije yo al piloto y me respondió, qué va, espérese para que vea…Fue una idea de Calixto Chaves. Yo trabajaba en PIPASA, ya tenía meses de trabajar con ellos ahí y él lo organizó pero yo no sabía. Lo mismo la noche en el Herradura, me la regalaron los empleados pero yo tampoco sabía. Vino a recogerme una limosina…en mi vida me había montado en una bendita limosina….pero todavía no sé quién fue el que la mandó (carcajadas). Es decir, ese día anduve en todos los bichos raros en los que nunca me había montado. Llegué al estadio me cambié y me dijeron: no, Ud. tiene que salir. Me montaron en un carro de PIPASA, una caravana hasta el aeropuerto pero no tenían permiso de Ingeniería de Tránsito. Los mismos oficiales me dijeron que entonces nos fuéramos por los Bomberos, llegamos y apenas me pude montar al helicóptero. ¡Cuando llegó la Policía yo ya iba volando! (vuelve a reír) . Todo este párrafo es confuso y extraño
¿Esperaba tanto cariño de la gente?
No jamás, fue una de las sorpresas más grandes ver ese estadio lleno como estaba. Menos todavía que llegarían aficionados de otros equipos con sus banderas y todo.
¿Por qué la dorsal número 20?
Los porteros usaban antes el 20 y el 22. Luego los pasaron al 18 y al 23 entonces yo le dije al muchacho de San Ramón que me hiciera el 20 a mí. Toda mi época en San Ramón jugué con ese número. Cuando vine a la Liga metí ese número y también lo hice en la Selección.
¿Qué significa para Ud. que sea el único jugador al cual la Liga le ha retirado la camiseta?
Un sentimiento muy grande. Imagínese en cien años cuántos jugadores mejores que yo no han pasado y solo mi número ha sido retirado…aunque no la tengan en el estadio, aunque sea una obligación es una cosa que yo no peleo. Seguro lo harán cuando yo me muera pero ya para qué…así no vale, tiene que ser estando vivo.
Me enorgullece mucho el mural que me hizo La 12. Ahí fue un nieto mío a sacarle la foto y ahí la tengo porque eso es bonito que se lo hagan a uno en vida…. que me la tiren adentro del baúl ¿ya para qué….?
Vea a Juan Ulloa no lo dejaban entrar al estadio porque ni siquiera un carné le dieron nunca…eso lamentablemente…es también la Liga.
“La jugada del ‘zoncho’ me marcó para bien, cualquier otro jugador se hubiera desbaratado por dentro.”
“Juan José Gámez y Hernán Sosa fueron mis maestros. Les agradezco muchísimo su ayuda porque yo nunca tuve liga menor.”
“No esperaba tanto cariño en el partido de mi despedida. Había gente con banderas de Saprissa, de Puntarenas. Me sacaron las lágrimas.”
