artículo DE LA SEMANA

Oscar ramírez Hernández
Parte I

El Ojo de San Casimiro

Dos años de silencio. Lograr entrevistarlo se convirtió en un “mantra”.

Un viaje de varias horas en medio de fincas, bruma y caminos rurales, no era garantía de nada. Tomando ventaja del grado de parentesco belemita que aún nos une, pero sobre todo al “don de gentes” y capacidad de persuasión de Sergio Morera, logramos iniciar la entrevista en una estrecha silla de la Musmanni de Hojancha, muy cerca del hermoso parque local.  

¡Diay, Óscar!, ¡cómo ha costado!

Entonces…, vos sos el que anda de majadero y con la perseguidera…

¡Ese mismo¡ Vení , tomémonos un cafecito, es rápido, prometo no atrasarte.

El recordado porte severo del taimado jugador con más de 17 años de trayectoria, del entrenador más exitoso de la historia de la institución, irradia ahora un aire socarrón lleno de vigor y plenitud, desde el momento mismo en que estrecha la mano. En las varias horas de trabajo que muestra en su ropa, se le nota más cómodo que nunca. La conversación no fue corta. No podía serlo. Continuaría quince días después, con mayores comodidades, en su casa en San Antonio de Belén.

Oscar, vos jugaste  en la Liga del 83 al 93. Vos debutaste un 13 de noviembre de 1983 frente a San Ramón.

Jugando de volante, con Tomás Segura que lo hizo de lateral. Los dos debutamos ese mismo día.

¿Cómo llegaste a la Liga?

La historia tiene su cuento, es medio rara. Fue hasta la segunda etapa con Mc Donald que me fue bien. El problema mío siempre fue lo chiquitillo.

 Yo Jugué en unos Juegos Nacionales con Belén y me convocan a la Selección Juvenil.  Me fue bien.

Regreso de Juegos y me quería San Ramón, me quería Heredia, me quería Limón. Yo estaba en la U, llevando Generales, tenía beca 11, me iba bien, era bueno en mate, estaba apuntado en esta cosa para medir fincas…en topografía …pero (Alvaro Grant) Mc Donald le decía a uno: el que no entrena, no juega. Diay yo dejé la U botada. Estaba llevando Generales, nadie me dijo a mí que debía congelar, esa fue la decisión más loca y arriesgada que he tomado en mi vida, dejar la U para meterme a esto. Bendito Dios, solo él sabía lo que yo estaba haciendo.  

Fui a probar a San Ramón. Vargas Roldán me ofreció volverme a la Universidad. Estuve allá como mes y medio y el mismo problema: lo chiquitillo. Me regreso acá y en una lunada que se hacía en el pueblo, me encuentro a San Casimiro. Me dijo que Francisco Rodriguez, de Ferretería Sol y Luna, le había dicho que existía mucho interés de la Liga en mí, que el señor quería hablar conmigo. Yo a Alajuela lo conocía de pasada, en el sentido de ir a vender chanchos a Montecillos con mi tata.  Le tuve que preguntar al padre (San Casimiro) cómo llegar a la Ferretería. Me reúno con el señor y al salir me dijeron “lo están esperando en el Estadio” ¿Y cómo llego? A los quince días, en abril de 1983, me hicieron el contrato y ahí nuevamente se metió San Casimiro. Junto a Roberto Chacón me hicieron el contrato. Como faltaba la mitad del campeonato me lo hicieron por seis meses: 3.333,3 colones por seis meses.

Un Levis fue lo primero que me compré (ríe), todo el mundo andaba y diay nosotros somos siete…

 

¿Vos sos el mayor, verdad?

Correcto. Cinco hombres, dos mujeres y uno fallecido…estando ya en Alajuela en 1986.

Echando un poquito para atrás el rollo, ¿cuál fue tu experiencia ayudándoles a tu papá y tu familia?

Yo me comí varios bretes. Esa casita verde que Uds. ven ahí (la señala) era un matadero de pollos de PIPASA. Había que levantarse a las cuatro de la mañana e ir a llamar a todos los borrachillos que me encontrara cuesta arriba. Subía con las bolsillas llenas de piedras. Llegaba hasta el cementerio porque ahí encontraba al principal de ellos, que era el que les echaba agua caliente a los pollos y sabía en qué punto debía sacarlos.

La chanchera, eso fue toda la vida. El último brete que tuve con mi tata fue “La Gruta”, un restaurante de pollos en San Pablo de Heredia.

¿Debutaste con Odir, cierto?

Con Odir Jacques que venía de Heredia y estando allá en prueba, me había rechazado por chiquitillo. Cuando llegué a Alajuela quien estaba era don Max Villalobos pero al principio pasé casi seis meses lesionado. Yo era una cosa así, chiquititillo; entonces íbamos a Fraijanes a entrenar y todo tipo de lesiones, que un desgarro, que un tobillo. Recuerdo que en una  barrida de Cayasso, se me fueron los ligamentos. No me sentía bien y así se lo dije al entrenador don Max, que sentía que me estaba robando el salario y no tengo chance. Don Max me contestó: No, chamaco, quedate tranquilo,  vos estás muy joven.

En eso venía entrando “Zurdo” tarde al entrenamiento. Mirá donde viene aquel…qué mentira, me irá a decir, él cree que me engaña, se burlaba don Max. A la semana o pocos días después lo cesaron y llega Odir. Faltaban tres partidos para que terminaran las cuatro vueltas y se lesionaron Alvaro (Solano), Marvin (Álvarez), se lesionó medio mundo. Odir se agarró de Cheves y otros que estaban por ahí, que si se animaban y que si me animaba. Cheves le dijo, “déle para adelante, está deseando eso ese carajillo”. Eso me lo contó el propio Cheves. Me fue muy bien en los tres partidos entonces me dieron la pentagonal donde tuve la dicha de jugar con el “Zurdo”. Fueron sus últimos partidos en la Liga.

Lo otro fue que a mí me recibió un grupo muy vacilón: “Chucuyo”, Tomás Velázquez, Álvaro Castro, “Manotas” Rojas, “Gato” Contreras, “Pejibaye”; era un grupillo como muy puntarenense. Cheves era un vacilón, a mí me ayudó mucho, fue mi protector y el que me aconsejaba.

 No hubo final porque ganamos la pentagonal. Recuerdo el partido que le ganamos a Puntarenas en el Nacional 3-1 con goles de “Zurdo”, Omar y de Tomás, un partido muy bravo.  Estaba la “Mona” (Carlos Velázquez) con Puntarenas y me quería pegar, entonces TomÁs (Velázquez) el hermano lo encaraba: “si me toca al güila se las ve conmigo”, y ahí se tenían un pleito entre hermanos, uno defendiéndome y el otro viendo cómo me daba. Por cierto, hubo un penal que me hizo Johnny Alvarado, en el tercero.

Con once partidos quedé campeón en enero de 1984.

¿Los jugaste de titular?

Sí, cuando yo  arranqué, arranqué. En el 84 ganamos invictos y jugué prácticamente todos los partidos, solo contra San Carlos me quiso dar un tironcillo.

¿Cómo era “Zurdo”? ¿Cómo era ver jugar el “Zurdo”?

“Zurdo” llegaba frente al marco, tenía que meter el gol, pero si venía un contrario encarrerado, lo amagaba una y otra vez y se lo volvía a bailar hasta la hora que le daba la gana. Hacía tantas cosas tan buenas, que la gente le perdonaba todo.  El público se levantaba porque nunca se sabía qué iba a hacer, era puro espectáculo. Pienso que la gradería del Estadio debería llevar su nombre, pues se construyó gracias a la gente que pagaba por ver a “Zurdo”. Wilmer la merece …pero se están brincando a “Zurdo”. Junto a “Cadáver” (Rolando Villalobos) les hacían dobles túneles a los defensas. Carlos Campos el de Heredia sufría cuando le tocaba “Zurdo”. Era muy potente. Tenía algo de Medford. Arrancaba en seco y paraba en seco. Tiraba y siempre sabía dónde poner la bola…donde el portero no llegaba. Era fuera de serie. Varias veces se lo quisieron llevar fuera del país y Alajuela no lo dejó. Y eso por supuesto que lo resiente.

¿Cómo fue esa época de transición?

Bueno, a mí me tocó una época  cuando estaban los checos y la vieja guardia. Alajuela fue el primer equipo nacional en implementar el entrenamiento diario y eso complicó a lo que antaño entraban solo martes, jueves y mejenga. Nosotros entrenábamos como caballos. Dos horas de entrenamiento, era un tema de volumen. Treinta minutos de fondo, treinta de lo otro….. lo hacías pero era muy, muy duro.

¿No se lesionaban todo el tiempo?

Los entrenamientos eran una leñateada pero los partidos eran de domingo a domingo. La parte médica no es como hoy en día, era muy diferente. Sólo hielo le recetaban a uno.

¿Cómo fue tu relación con referentes del equipo como Álvaro Solano? ¿Se habla de una dupla histórica entre Uds. dos?

Me costó que me diera pelota, tanto él como Omar (Arroyo). Yo era tímido, novato y Álvaro era universitario, líder y muy “gallo”.

Me tomó muchas asistencias para que me diera pelota. Álvaro en realidad solo reprodujo lo que él había vivido siendo él novato donde hasta los dientes le bajaron en un entrenamiento. Quiso manejarlo igual. Me lo fui ganando a puros pases de gol. Ya viejo me lo contó.

Omar era igual. Era muy callado, no hablaba mucho. Venía y se iba, fuese en su moto o en su carro. Omar Arroyo era un superdotado en la parte física. Iván se lo había traído de San Ramón para convertirlo en el referente físico de todos nosotros en el equipo. Los tiempos e intensidad del trabajo físico que hacía Omar, era lo que teníamos que hacer todos los demás. Cuando llegó al equipo la gallada vieja, se lo dejó clarito: Ud. o se acomoda o no le damos la bola. A Omar incluso le tocó una vez ir a pedirle la bola a “Pichel” (Alejandro González) porque sabía que los compañeros no se la iban a pasar. Como tenía fuerza y velocidad se hacía notar, pero ciertamente le costó mucho. Derecho de piso. A como los trataron, ellos lo trataron a uno.

¿De dónde surge tu apodo?

En el pueblo solo me decían “Viejo”, porque era muy chichoso y tenía el pelo casi blanco. Ese me lo puso un tío que ya falleció. En Alajuela no sé por qué, cierto día Alvaro Solano refiriéndose a mi me dijo “abuelo”. La gente de ese tiempo solo así me dice. Lo de Macho no sé de dónde salió….. habrá sido algún comentarista.

¿Cómo fue tu relación con Juan Arnoldo Cayasso?

Con Juan hicimos química futbolística, llegando a la cancha. También con Alfredo Freedman.

En el 84 se dio también con Mills, que era otro que me protegía mucho. Tenía un barrida que abarcaba como 20 metros cuadrados.

Si me marcaba alguno, yo volvía a ver a Juan, teníamos esa parte visual. Decían que Juan era el mejor jugador para llegar a los espacios. Omar jugaba de extremo izquierdo, pero como Omar bajaba y se metía a jugar de volante -cosa que nadie entendía en ese momento-, el problema era para el lateral contrario, pues si venía por la línea sí podía marcar a Omar, pero si Omar se metía al medio campo, se desorientaba y no sabía si seguirlo o no. Cayasso aprovechaba esos espacios que Omar le generaba porque tenía mucho pique, jugaba más libre y podía romper las marcas. Eso de jalar uno gente, para a su vez jalar las marcas, lo interpretábamos viéndonos. Era un equipo que tenía mucho manejo.

Hoy en día no es fácil conseguir un líder que maneje el equipo. En aquel momento había cuatro: Álvaro, Omar, Juan y yo. Con dos que llegaran en un buen día, se hacía un buen partido, pero oscilaba. Había días en que el trabajo lo hacía Juan, otros yo y otros Alvaro con Omar. Teníamos muy buenos laterales. Raquel (Ledezma) y Tomás (Segura) que tenían virtudes de volantes. Siempre se quitaban al rival y te la daban para que armaras juego.

En 1984 Liga Deportiva Alajuelense alcanzaría el bicampeonato prácticamente invicto, perdiendo un solo juego ante San Carlos. Fue este también el certamen de su consolidación como administrador del medio campo manudo. Por ello no oculta su predilección por el plantel de los años ochenta, abundando en la capacidad técnica -colectiva e individual- de aquel equipo que disputó la Copa Interamericana frente a River Plate en 1987, ganador del  Campeonato Regional de Concacaf en 1986.

El padre San Casimiro de verdad lo quería, pero ¿no fue él quien te ayudó a hacer la prueba con el Logroñés?

Eso fue en 1989. El padre era muy amigo de los de los dueños y él con su forma de ser me ayudó. A la semana de estar allá me dijeron que había un problema porque necesitaba una plaza de extranjero.  En ese equipo estaba el “Cabezón” Ruggieri que había jugado y ganado el Mundial de 1986, pero era un agrandado, muy pesado.  Estaban también Alzamendi, Luis Islas, Quique Setién y Julen Lopetegui. Recuerdo que Alzamendi me quiso ayudar con un agente ahí, pero no se pudo. En todo caso me regresé porque ya estaba la eliminatoria.

Ciertamente regresó al país para incorporarse a la eliminatoria de Italia 90. En la retina costarricense, es Oscar Ramírez el volante de llegada que orquestaría la jugada que culminaría con el primer gol nacional en una contienda mundialista. Abriría en el medio campo con Marchena, quien avanzó hacia el área aprovechando que Oscar había jalado una marca, para así habilitar el elegante taquito de Jara, que Cayasso hundiría para siempre en las redes de la historia futbolística patria. Con la Selección, jugaría un total de 75 partidos encajando un total de seis goles.

¿Cuál equipo considerás mejor? ¿El del 84 o el del 91?

Los del 84. Todos tenían mejor pie.

Era un equipo más técnico. Yo por ejemplo jamás me barría ni reventaba una bola. Para mí era una ofensa a la afición. En un partido contra Sagrada Familia, tenía encima a Contreras Tenorio (José Ángel). Durante el partido, recuerdo que Cheves me decía: ¡vaya!, ¡vaya!, ¡dele!, ¡bárrase!…y yo nada. Me insistía ¡bárrase! Y yo nada. Ya por último me increpó: ¡bárrase, tírese!…. o le pego yo!! (ríe). 

Con Luis Paulino Siles tengo una anécdota en este sentido. En un partido contra Sagrada Familia, me hicieron levantado y de nuevo llegó Cheves a reclamarle a Siles: “diay, viejo, no ve cómo le pegan al güila. A lo que Siles contestó: Diay, para qué se mete en cosas de hombres”. Ahí poco a poco fui rompiendo cánones.

También tengo una anécdota con “Pichel” (Alejandro González). A mí siempre me paraban en el primer palo. Se armó un desorden, y a pesar de que uno se mueve por los colores, quedé prensado contra la línea. Vi que cayeron dos rivales y quedaron frente a Alejandro. En ese caso lo más sencillo era botarla o tirarla a un costado. Yo decidí en cambio levantar la bola en al aire (cucharearla) con la idea de que Alejandro la atrapara con facilidad… Lo hizo pero me regañó: ….¡no me volvás a hacer eso!!  Me increpó.

En el 91, yo ya había pasado por la experiencia de ganar dos campeonatos con Alajuela. Se fue también la camada que me recibió cuando llegué a la Liga. Cheves incluso se despidió y me dijo: meta pata, yo ya jalo, vea a ver qué hace (ríe).

¿Cómo era el grupo de 1991?

Entre el 84  y el 90 quedé un par de veces como jugador del año, pero nada de títulos. Se deshizo el equipo del 84 y se armaron otros cuadros que no funcionaban. No se ganaba nada. Traían gente, hondureños incluso, y nada. Muy parecido a lo que se ha vivido hasta ahora.  En 1990 vino el tema del Mundial y fui convocado. Vimos cómo funcionaba el sistema del viejillo Bora: las reuniones, hablar los temas en grupo, muy bonita experiencia, todo el mundo hablando clarito.

Al regreso y a partir de la experiencia mundialista, hablé con Mauricio y le dije: Mau, yo no sé Ud. pero yo estoy cansado de no ganar nada. Entró entonces el grupo de los Cara Sucias. Éramos Mauricio y yo los líderes porque quedamos solos con los carajillos, hasta Cheves (José Carlos) se había ido a jugar a Checoslovaquia. Las reuniones iniciaron entre semana en el estadio durante la era Postulka y con su permiso. Cuando él (Postulka) percibió que a partir de esas reuniones se le debatían instrucciones, las reuniones se trasladaron donde “El Gringo”,  David Quesada, que tenía una habitación frente a la iglesia de la Agonía.  Empezamos con las reuniones y se empezó a armar el grupo, pero al tiempo, empezaron también los problemas y los celos con Iván (Mraz). Desde nuestro punto de vista era ayuda al entrenador. ¡Ganas de ganar!

En una de tantas, bajó San Casimiro al camerino y me habló fuerte: “Tené cuidado con ese señor, se la pasó hablando mal de vos todo el partido, no te quiere”. Yo me conocía, siempre hacía una primera vuelta flojona, pero siempre levantaba en la segunda. Aquello fue el inicio de una larga serie de problemas con Iván.

¿Cuáles fueron concretamente esos problemas con Iván Mraz?

Se vino el tema de los contratos. Yo firmaba cada dos años pero cuando se vino la nueva negociación Iván dijo que no, que un año.  En cada contrato que en el pasado había firmado se habían reconocido premios y logros deportivos, para mi eran derechos adquiridos y así me lo confirmó el abogado que en aquel entonces me asesoró, don Elías Soley.  De un pronto a otro, Ivan decidió quitar el tema de los premios. Para no tener problemas decidí que si había que quitarlo del contrato, pues lo quitaba y ya está. Ivan sin embargo, exigió que como yo salario era bueno, yo tenía que comprarme los zapatos, los implementos deportivos, el saco si por alguna razón viajábamos.

Empezó entonces el problema de los atrasos en los pagos de los salarios. Paul (Mayorga) y Juan Carlos (Arguedas) que eran más animosos y tenían también su liderazgo, en protesta, armaron la huelga pues no pagaban. Ni Mauricio ni yo no queríamos porque si dejábamos de entrenar y si por alguna razón perdíamos un partido, se nos venía la gente encima y nos mataban. El compromiso era entrenar. Teníamos que entrenar. Finalmente vino el día y se armó la huelga, con tan mala suerte que ese día llegué prácticamente de último y mi carro, fue el último.  Uno llegaba y parqueaba. Apenas daba chance para cerrar las puertas. Entré y lo primero que vi fueron tacos guindando. Todo el mundo sin cambiarse. Yo era joven (28 años) pero a la vez era de los viejos de estar ahí. Si no salía el carro mío, nadie salía. El viejo (Iván Mraz) me vio salir de primero y dijeron que yo era el dirigente y que todo lo había orquestado yo.  La prensa al día siguiente reaccionó “Huelga en Alajuela“. Longino secundó  la rebaja anunciada por Iván diciendo que las decisiones de Iván gozaban del apoyo de la junta directiva…. A la prensa como de costumbre, siguiendo el consejo de Cheves, nunca le dije nada.

A medio torneo me mandó a hacer pretemporada con “Lalito” Chavarría, decía que me veía bajo de ritmo y rendimiento y no me alineaba. Me mandó a hacer mucho trabajo físico y aun así no me ponía. Mi situación llegó a la directiva y él (Iván) decidió incluirme como titular en un partido durísimo contra Puntarenas, luego de un mes sin jugar. Me tiró de titular, quería que tuviera un mal partido en aquel decisivo encuentro donde disputábamos el primer lugar contra Puntarenas. Querían que “me la pelara” para así validar su posición ante la junta directiva. Me jalé un partidazo y anoté pero igual perdimos ese famoso partido. Cuando Berny Ulloa volvió a entrar a la cancha, el ritmo no fue el mismo y nos hicieron dos goles.

¿Cuál era la posición de la directiva sobre tu continuidad en el equipo?

Nos metimos Mauricio, Elías Soley y yo a hablar con la directiva que se encontraba dividida: mitad a favor, mitad en contra. Un directivo al que apodaban “Gallo” empezó a hablar muy mal de mí. Me molestó mucho porque parecía que solo él había hecho cosas por el equipo. Tantas noches yo con gripe, con calentura, medio tocado, sabiendo que al día siguiente igual estaría en la cancha y ese señor en ese plan…decidí entonces no regresar a la sesión luego del receso. Así se lo dije a Elías (Soley).  El directivo era un señor mayor, yo decidí tomar distancia.

La prensa al día siguiente anunció que Mauricio y yo estábamos fuera de Alajuela. Mario Chacón, entonces vicepresidente, llegó al día siguiente a decir que era mentira lo que publicaba la prensa. Nos convocó a Mauricio y a mí a firmar contrato en su oficina, con mejores condiciones, por dos años, no por uno.  Firmamos.

En aquella época, la Federación tenía una regla que exigía que quien había jugado durante la primera vuelta con un equipo, no podía trasladarse a jugar con otro equipo durante el resto de la temporada. Jugamos nueve partidos. La primera vuelta terminó un domingo. Iván nos citó el lunes a su oficina. Allí nos comunicó que la junta directiva no le había dado permiso de negociar de manera singular a Mario Chacón. El que debía firmarlo era Longino y no lo hizo, por tanto, lo acordado con nosotros no tenía ninguna validez. Nos colocó sobre la mesa el contrato, uno nuevo y diferente, con otras condiciones, por un año. 

Luego de firmar, le confesé a Mauricio que aquel era el último contrato que firmaba con Alajuela. Así se lo comenté también a San Casimiro, que estaba en México en aquel momento. Tomé esa decisión faltando tres vueltas.

¿Cuál fue entonces tu mejor recuerdo como jugador de la Liga Deportiva Alajuelense?

El gol del 92, sin duda (28 de junio de 1992), porque fue muy definitorio, fue el único gol y significó un título. De hecho, tuve una segunda oportunidad, pero pegó en el palo. Ese gol tuvo un gran valor porque yo jugué de centro delantero falso. Según recuerdo en ese momento no teníamos centros-delanteros. Pastor Fernández ya se había ido y a Richard le gustaba jugar por los costados.  Los centrales no tenían a quién marcar. Yo entraba en cambio por el medio campo, armaba más con ellos, yo venía a los espacios. Ojo, si alguien venía conmigo -que es la parte que ahora no entiende la gente-porque se piensa que jugar con dos delanteros es más ofensivo. Si vos jugás con un delantero y los defensas le enfrentan y el delantero avanza por el medio campo, si alguien lo sigue, se está creando un espacio para un solo central. Si no lo siguen, ese delantero pueda hacer la diferencia.  El lateral está marcando, el central está ayudando y los defensas están pendientes de la bola….se generan espacios y oportunidades. Es más complejo para la defensa jugarle con un solo delantero.

¿Que significó para  vos ese gol?

Ese gol fue un desahogo muy grande. Para mí hacerlo, fue como decirle, ¡tome!. Una reivindicación del grupo contra él y sus formas. A los ticos nos cuesta unirnos. Cuesta unirnos, pero cuando lo hacemos, tenemos una capacidad tremenda. Individualmente, vos encontrás gente por todo lado, distribuidos en puestos inimaginables, pero como nos cuesta unirnos. Siempre está eso de “yo lo hice” y cada quién por su lado, pero cuando cerramos filas… ahí somos capaces de cualquier loquera.

Fue un golazo, Jorge Arturo Hidalgo no se pudo ni mover….

Yo tenía buen pegue. En corto tenía buena pegada. Después del retiro me reproché de todo lo que había perdido si hubiese jugado más adelante.

Delgado nos confesó que él quería tirar….

Sí, claro, lo que pasa es que la hacen la plancha. Yo estaba con la mano levantada pero en realidad la bola me busca. Como yo venía tan inclinado, pegarle directo a la bola era difícil. Yo más bien estaba apuntando para el tiro de esquina, el hecho de hacer la curva y pegarla, dejó sin chance a Jorge Arturo.

¿Y con la entrada de Wilmer?

Imagínese…. La idea era transmitirle toda esa experiencia mía a Wilmer pero apenas estuve como seis meses con él. No pude. En cambio cuando me fui a Saprissa me topé a Justin, que venía de ser delantero en Pérez Zeledón o al mismo “Paté” y a ellos sí pude darles la información de lo que yo sabía. Ahora los veo hablando en televisión ¡y diay…! (risas).  Esto se lo debí haber enseñado a alguien como Wilmer. Debió quedar en la Liga, pero lo terminé haciendo en Saprissa durante los casi seis años que estuve ahí, jugando muy tranquilo, pero la verdad…

¿Por qué te marchaste al Saprissa? ¿Cómo reaccionó la afición?

Iván es quien prácticamente me obliga irme a Saprissa. Mi molestia trascendió y en alguna oportunidad Mraz le expresó a la prensa: “De por sí, el que se va viejo de aquí, ya no sirve más”. Esa me la guardé en el pecho y supe que la iba a cobrar. Al tiempo se me aceró Saprissa.  Un médico de apellido Barquero fue quien me contactó. Yo nunca medí el impacto de pasarme al otro lado. Cuando llegué a Saprissa nadie me hablaba…y la afición manuda claro que se enojó. Solo la gente de “adentro” tipo “Mingo”, sabían mis verdaderos motivos.

Tres años más tarde, el 11 de junio de 1995, anotaría nuevamente en una final. Jugaba ahora para el archirrival de Tibás, convirtiéndose así en el único jugador que ha anotado para ambos equipos en series de final. En los años siguientes vestiría también las casacas de Belén y Guanacasteca.

Ahora lo puedo hablar, pero fue una situación complicada. La prensa lo titulaba como la venganza de Oscar. Yo para mis adentros solo me decía: soy profesional, soy profesional, pero de nuevo; por ser uno como uno es, solo la gente de abajo como “Mingo” o “Gato” Alvarez sabían mis razones.  La gente de abajo; que es con la que por general siempre me identifico más. Yo no dije nada. No me defendí, el tiempo me fue dando la razón.

¿Notás alguna diferencia en la cultura de ambos equipos?

Les voy a caer bien mal, pero “del otro lado”, hay una muy buena relación con los medios de comunicación. Algo histórico. Además, ahí empujan y empujan. Cuando el equipo va bien, vienen mejores salarios, más premios, más estímulos, mientras que en la Liga es más bien una extraña cultura de destruir lo que tanto cuesta crear.

¿Cómo fue tu relación con Walter “Paté” Centeno?

Yo con “Paté” (Walter Centeno) tengo una anécdota. Ese carajillo lo trajo Guima.

Yo me voy dos años a Saprissa y luego me vengo a Belén. Ahí me lo encuentro. Jugaba 30 minutos y a los 5 minutos del segundo tiempo era el primer cambio…. salía hecho leña. Un día estábamos entrenando fuerte alrededor de la cancha y “Paté” siempre de último. Se me acercó y me dijo: “Mae, Machillo, esta vara es solo correr, no hay que correr tanto hay que tener la bola”. A lo que le respondí… Sí, claro, Ud. es muy buen jugador, pero cuando se encuentre otro igual que Ud. del otro lado, que corra más. ¿quién va a ganar? Si Ud. no mejora la parte física, no va a hacer nada.

Luego me lo encontré en Saprissa y el mismo problema. Un día los Drummond -que eran atletas del equipo- me vieron regañándolo y ahí empezó Paté a mejorar y mejorar y luego ya iba de primero en los entrenamientos. Por eso me da risa ahora verlo hablando…eran tan cabeza dura…

¿Cuál fue el técnico que más te marcó en tu carrera como jugador?

Mc Donald (Álvaro Grant). Con él pudimos ser más revolucionarios, trabajar mejor la movilidad, la importancia de mantener la bola para generar cosas bonitas futbolísticamente hablando. Se abordaban tácticas en grupo en los que siempre había buenos aportes incluso de jugadores jóvenes, generando así más compromiso, más confianza, acelerando el proceso de obtener el estatus suficiente para poder opinar dentro del grupo.

¿Te gusta el trabajo que está llevando a cabo Andrés Carevic?

Ojalá la pegue. Me gusta el liderazgo que ejerce y que no permita egoísmos. McDonald que estuvo conmigo, sabe que eso funciona así y que los nuevos deben entender que así  tiene que ser.